viernes, 19 de mayo de 2017




LA VACA DEL TÍO TOÑIS







En una de nuestras visitas veraniegas a la casa del pueblo de mi tío y de su familia y en uno de mis inevitables paseos por las cuadras del ganado, pasé por la zona donde estaban estabuladas las vacas de leche. No serían más de diez animales, pero, según entré por la puerta, una de ellas, Dourada , se puso a mugir mientras me miraba de una forma que, sinceramente, al principio me dio un poco de medito.


Al instante me di cuenta de que aquel maravilloso ejemplar de vaca [con el tiempo me enteré de que era una raza autóctona de la zona, vianesa,y que una de sus características era ese pelaje dourado] no pretendía otra cosa que llamar mi atención ¡Me estaba llamando!







Posiblemente algunos penséis que estoy loco por decir esto ... pues no (creo), no lo estoy: Dourada no se calló hasta que no me acerqué lo suficiente como para poder acariciarla mientras casi desgarraba mi jersey con los pinchos de su especializada lengua, con frenéticos y cariñosos lametazos.


Yo, como podréis comprender, estaba absolutamente alucinado. Aquel animal estaba feliz, entornaba los ojos mientras le acariciaba y cada vez que intentaba separarme, ¡vuelta a los mugidos! Estuve un rato más con ella, hasta que pareció quedar satisfecha, pues en el último intento por salir del establo ya no me hizo sentir mal con sus sonoras onomatopeyas.






Niños de ciudad interactuando con ganado de granja. Puede que algunos consigan “hacer contacto”. Esto es: que tanto el animal como la niña o niño se
sientan identificados y compenetrados con el animal. 




Por fortuna para mí y para mi nueva amistad, estuvimos unos cuantos días en casa del tío y, como podéis imaginar, visitar a mi querida amiga Dourada se convirtió en mi principal actividad de aquellos días.


El momento culminante, llegó una tarde en que, al acompañar a una de mis primas a sacar a las vacas al prado, Dourada salió flechada hacia mí. La verdad es que ver aquella masa corporal con su armada cornamenta dirigirse al trote hacia mi pequeño cuerpo, me produjo un poco de tembleque.





Claro “contacto” espiritual entre animal y niño. De gran beneficio para el desarrollo cognitivo del niño y para el animal, si se le respeta.



Justo al llegar a mi altura se detuvo, como dotada del mejor sistema de frenado y comenzó a cabecear, frotando su enorme cara por todo mi cuerpo. Yo estaba alucinado, pero la cara de mi prima era un poema. Ella me comentó que muchos animales mostraban sus preferencias por algunas personas, que les tenían menos miedo, más cercanía, pero que aquello era algo que jamás antes había visto.


Tras el saludo inicial, nos dirigimos hacia el prado, no muy alejado de la cuadra, pero Dourada no se separaba de mi lado. Cuando llegamos, ella, como el resto, se puso a comer, pero no dejaba de tenerme controlado con el rabillo del ojo. Estábamos sentados en la hierba, las vacas pastando, cuando me dio por llamar a mi nueva amiga: levantó la cabeza, fijó en mí sus enormes y preciosos ojos, y vino nuevamente corriendo a mi lado.








Así estuve toda la tarde, caminando por aquel enorme prado y llamando a Dourada. Siempre, siempre acudía a la llamada, recibía mi dosis de caricias y mimos y vuelta a pastar. Yo era el personaje más feliz de la Tierra; un animal, por “decisión propia”, me había elegido como su amigo especial y ¡me hacía caso!. El interés mutuo surgió de forma espontánea con aquel maravilloso ejemplar de rumiante.


De vuelta a la cuadra, Dourada iba pegada a mí. Y cuando dejamos a los animales en los establos, me dedicó su último mugido del día, me acerqué a darle unas caricias de despedida y allí se quedó rumiando toda la hierba recolectada a lo largo de la tarde.








Aquella noche fue muy larga para mí: yo solo quería levantarme e ir a ver a mi amiga Dourada. Al día siguiente, desayuné más rápido que nunca y bajé el corto trayecto desde la casa del tío Toñis a la cuadra, para volver a ver a mi amiga.


Aquel animal “sonreía” a su manera al verme aparecer. Un mugido intenso a modo de saludo y su cabeza dispuesta ya para todo tipo de caricias.


El separarme de Dourada supuso para mí un río de lágrimas. Por fortuna, a sabiendas de mi amor por los animales, y gracias a mis padres, las visitas a casa del tío Toñis se hicieron cada vez más frecuentes aquellas vacaciones.


Nunca podré olvidar a aquel animal, su mirada, sus llamadas, su especial forma de demostrar cariño.








Hoy, tras años de veterinario, con algún que otro concepto claro sobre comportamiento animal, me doy cuenta de que es mucho lo que aún nos queda por comprender sobre la forma de ser de los animales y que lo más importante para entendernos con ellos es, sin lugar a dudas, la predisposición que presentes, el interés real por ponerte a su altura y, por supuesto, alejar esa premisa que a veces nos hace creer que someterlos es el primer paso para que te hagan caso o se acerquen a ti. Desde mi humilde punto de vista, los vínculos entre personas y animales surgen, se producen, existen. Entre aquel precioso ejemplar de vaca y yo, se estableció una conexión desde el primer momento.








Tras la trágica despedida de mi amiga y al término de mis vacaciones de verano, y tras largos meses de curso lectivo, Dourada, no me había olvidado. Si su primera llamada el día que nos conocimos fue de una intensidad difícil de explicar, recordar la alegría de aquel animal al verme al año siguiente, consigue ponerme la piel de gallina.







Y perdonadme una pequeña reflexión: aquellos que pretenden hacernos ver que los rumiantes parientes de Dourada, por ejemplo los de la mal llamada “raza de lidia”, son seres, que gustan de embestir, peligrosos, ávidos de sangre ...
¡mentira repugnante, vil y falsa mentira! Una vaca, un toro, un rumiante es un ser tranquilo y pacífico que huye de los conflictos.





Toro intentando encontrar una salida, para marcharse del círculo de la muerte.



Solo un dato científico para argumentar lo dicho: todos sabéis que los rumiantes rumian ¿no? ¿Sabéis por qué la naturaleza dotó a estos animales de cuatro partes de un estómago para facilitar tan específico sistema de alimentación? Sencillo: para evitar conflictos con predadores, con potenciales enemigos.


Los rumiantes ingieren todo el alimento que pueden en zonas seguras, lo hacen lo más rápido posible y almacenan el alimento en su bolsa estomacal. Después eligen zonas tranquilas y protegidas para devolver el alimento a la boca, masticarlo e ingerirlo de nuevo sin peligros, sin enfrentamientos.




Evidentemente, esta es una clara característica de un animal peligroso, especializado en la lucha frontal con seres vivos, presuntamente racionales, enfundados en ajustados trajes de luces...

Claro, claro, claro...







Todo niño o niña debería crecer con animales, aprendiendo desde pequeños que ellos (los animales) también aman, sienten y sufren como lo hace cualquier humano; quizá así, en 15 años, una nueva generación ame más y mate menos.






FUENTE: YO Y OTROS ANIMALES
Un divertido punto de encuentro para todos los que consideramos a nuestro amigo animal uno más de la familia.


AUTOR: CARLOS RODRÍGUEZ; Veterinario, compagina la radio y la televisión con el ejercicio de su profesión y colabora con entidades de protección animal. Ha sido presentador de programas sobre animales en Tele5, Antena3, TVE y Telemadrid. En Onda Cero dirige y presenta Como el perro y el gato, y en el canal de televisión digital Nova, Pelopicopata Edición Mascoteros. Además ha publicado varios libros y un coleccionable sobre animales de compañía. Es autor de “El encantador de gatos”, entre otros.


(c) Carlos Rodríguez, 2013
(c) Espasa Libros, S.L.U., 2013, Barcelona


lunes, 8 de mayo de 2017



EL GATO LAZARILLO Y LA PERRA CIEGA. 

{Pensilvania, 2008}







                   Dando clase a un perro-guía. Madrid.

¿Quién no se asombra de la extraordinaria compenetración entre los perros lazarillo y las personas a las que ayudan a andar por un mundo de tinieblas?  Se entrena a los perros para que sean los ojos de los ciegos, y de esta estrecha relación surgen íntimas experiencias entre dos especies.








Pero ¿han oído hablar alguna vez o han visto un gato lazarillo? Aquí tienen el caso de una gata llamada Libby. No era un animal adiestrado para ayudar a ciegos y no se encargó de un humano, sino de un perro.









Libby, una gata extraviada, fue recogida por Terry y Debra Burns de Pensilvania en 1994. Era del tamaño de una pelota de béisbol cuando los Burns la llevaron a casa. El gatito se adaptó bien al nuevo entorno, sin excluir a Cashew, una perra labrador cruzada que vivía en el hogar. Al criarse  juntos, los animales se llevaban bien, aunque en general sus vidas no les procuraban más que una interacción limitada.








Pero Cashew, a los 12 años, comenzó a perder visión, y a medida que su facultad visual se deterioraba, Libby se convirtió en su protectora ya para toda la vida. Permanecía ante la puerta de la caseta cuando la vieja perra dormía como una cuidadora abnegada que vigila a quien descansa a sus espaldas. Se situaba bajo la barbilla de la perra cuando esta caminaba por la casa o el patio y juntas se acercaban al platillo de la comida o se ponían en un lugar del patio en que diera el sol. A cualquier parte que fuese Cashew, Libby le hacía de guía. Parecía que se comunicasen, dice Terry. “Era como si la gata dijera: “Ten cuidado con ese banco” o “Aquí tienes el agua”. “ La gata comenzó también a emprender el camino por el que Terry paseaba a Cashew, a veces miraba desde lejos y a veces iba a su lado, “para que la perra supiera que estaba allí, atenta”, comenta Terry. “A medida que pasaba el tiempo, cada vez estaban más unidas”.






                     Perro ciego tiene de lazarillo a otro perrito.










Perro en un hospital, cuidando enfermos terminales, con infinita ternura.


En muchos hospitales hay perros y gatos de “plantilla” para ayudar a los pacientes afectados por diversas incapacidades, desde demencia a hipertensión. Los pacientes experimentan gran mejoría en sus dolencias por la presencia del animal. Claro que, estamos hablando de otros países.










Cuando finalmente la perra murió con 15 años, daba la impresión de que la gata se preguntaba dónde se había perdido y persistía en buscarla por los lugares habituales. Nunca mostró el mismo afecto por otro perro de la familia. Por lo visto, nada podía igualar la experiencia que había vivido con Cashew, la vieja amiga a su cargo.










FUENTE: “AMIGOS INESPERADOS” (Historias sorprendentes del Reino Animal)

AUTORA: JENNIFER S. HOLLAND, es escritora de National Geographic especializada en ciencia e historia natural. Vive en Silver Spring, Maryland, con su marido, dos perros, docenas de serpientes y unos cuantos lagartos. Para su desesperación, ninguno de ellos ha cruzado la frontera entre especies para ser amigos.

(c) Jennifer S. Holland, 2011
(c) de esta edición, Grup Editorial 62, S.L.U. 2014
Salsa Books, Barcelona





miércoles, 3 de mayo de 2017




¿ES ABURRIDO COMER TODOS LOS DÍAS LA MISMA COMIDA?






Si la dieta está bien equilibrada, al perro no le hará el menor daño comer la misma comida durante toda su vida. Sin embargo, hay que tener mucha fe en la habilidad del preparador de la comida para asegurarse de haber incluído todas las vitaminas, minerales, ácidos grasos esenciales y aminoácidos en la proporción correcta, así que variar la dieta no sólo no es perjudicial, sino que puede incluso resultar beneficioso.







Los perros están muy instalados en sus costumbres. Les gusta mucho la rutina, y ésta incluye saber que se les va a dar una determinada clase de alimento a una determinada hora del día. La frecuencia es muy importante. 






Anatómicamente, los perros están hechos para atiborrarse una o dos veces a la semana (igual que los lobos) y vivir luego de las reservas acumuladas en su estómago. Si tienen la oportunidad de escoger, les gusta comer con mayor frecuencia, al menos una o dos veces al día.  Este hábito se establece pronto en la vida del perro. Más adelante le resultará fácil aumentar la frecuencia, pero será muy inquietante para él que se reduzca. Desde el punto de vista nutricional, el número de comidas diarias es irrelevante: el factor fundamental es el número de calorías por día.





Cambiar ocasionalmente la marca de comida o incluso la textura de los alimentos [variando entre los secos, en lata o frescos] puede ser excitante para algunos perros, pero producir diarrea en otros. Una posible alternativa es seguir dándole al perro lo que le gusta, pero añadiendo un suplemento de vitaminas y minerales a su dieta.







Desde el punto de vista nutritivo, probablemente no son muy necesarios, pero saben bien, pueden utilizarse como recompensa durante el entrenamiento, pueden también rellenar posibles lagunas en su ingesta de nutrientes y, si se les da en cantidades apropiadas. no producen daño alguno.











FUENTE: “LAS 101 PREGUNTAS QUE SU PERRO LE HARÍA, SI PUDIERA HABLAR”

AUTOR: BRUCE FOGLE, es doctor en Veterinaria y miembro del Royal College of Veterinary Surgeons del Reino Unido. Además de ejercer su profesión, es conferenciante sobre conducta animal en facultades de Veterinaria de todo el mundo. Es autor de varios libros sobre los problemas de conducta de animales domésticos, entre ellos En la Mente de un Perro y En la Mente de un Gato.

Colección: BOLSITEMAS

(c) Dr. Bruce Fogle, 1993
(c) EDICIONES TEMAS DE HOY, S.A. (T.H.), 1994, Madrid.