lunes, 15 de febrero de 2016



EL CASO DEL PERFUME EVANESCENTE.






Para la araña Linyphia litigiosa hembra, una telaraña sirve, hasta que se completa su última muda, como refugio seguro frente a los depredadores, además de ser un mecanismo para capturar comida. Cuando la hembra se despoja de su piel por última vez, alcanza la madurez sexual y su telaraña se convierte en un nidito de amor. Si la hembra Linyphia vive en un lugar con una densa población [una ciudad de arañas, por así decirlo], no tendrá necesidad de atraer a su pareja activamente.






Muchos machos visitan su tela y comprueban su humor tocándole el cuerpo. La mayor parte de las veces la hembra los aparta de un empujón. Sin embargo, justo antes de mudar, la hembra anuncia su inminente madurez con el cese de sus rechazos. Un macho autoritario empieza entonces una férrea vigilancia, y durante varios días ahuyenta a los rivales. El macho que esté de guardia cuando la hembra finalmente mude se apareará con ella y fertilizará la mayoría de sus huevos. Estos torneos dan al macho un apetito voraz y devora la mayor parte de las presas capturadas en la telaraña de la hembra. Por fortuna para su amado, la hembra ayuna antes de mudar.






Si los machos escasean, la hembra de Linyphia transforma su telaraña en un pañuelo oloroso que agita en el aire. Al aplicar una atrayente fragancia a la seda, la virginal hembra envía una potente señal sexual por todas partes. Esto es bueno para la hembra que quiere atraer a muchos machos. Pero ¿qué pasa con el macho que responde? Su aliciente radica en ser la única pareja y en evitar conflictos. No le conviene tener una multitud de pretendientes rondando por los alrededores.






La cópula entre las arañas de esta especie es un asunto complicado que dura más de siete horas. Abrir sus  complejos órganos sexuales una vez empezado el proceso, puede llevarles un minuto entero. Un macho rival que interrumpa también atraído por la aromática telaraña de la hembra, puede arruinar el día al macho consorte. Por ese motivo el macho silencia la señal convirtiendo la telaraña en una apretada bola. Para comprobar si la conducta de los machos de formar bolas con la telaraña de la hembra es producto de la percepción de una feromona femenina que emana desde la seda o bien desde la propia hembra, el aracnólogo Paul J. Watson de la Cornell University elaboró un extracto de 84 telarañas de hembras vírgenes maduras. Aplicó la pócima amorosa en una telaraña desocupada y puso en ella a un macho.






En menos de un minuto el macho enrolló justo la porción de la telaraña que Watson había rociado. Así pues, queda claro que Linyphia litigiosa no sólo envía y recibe señales complejas en función de las circunstancias, sino que los machos también interfieren en las señales de las hembras cuando a éstos les conviene.







El juego de la espera


Incluso el más cuidadoso y hábil macho de la araña Metellina segmentata es incapaz de aplacar a una hembra hambrienta. Por eso observa y espera. Cuando ve que la hembra realiza una captura sabe que estará satisfecha el tiempo suficiente para permitirle aparearse. Sólo entonces entrará en la telaraña y mostrará sus señas de identidad.









FUENTE: “EL LENGUAJE DE LOS ANIMALES”
AUTOR: STEPHEN HART, eminente biólogo
PRÓLOGO del famoso etólogo FRANS DE WAAL
© 1996 Robert Ubell Associates, Inc. All right reserved
© de la traducción: 1997 Ediciones Omega, S.A.
© Alianza Editorial, S.A., Madrid, 2013


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