sábado, 21 de mayo de 2016




EL PRIMER CASO DE MALTRATO







En los años setenta vivíamos en la Plaza de Peña Blanca, en el séptimo piso de un rascacielos de doce plantas -entonces doce plantas era mucho… muy, muy alto-. Los alrededores de mi casa tenían zonas ajardinadas, un colegio al cruzar la calle y mucha, mucha tranquilidad. En aquellos tiempos bajar a la calle a jugar era normal, tampoco teníamos muchas otras posibilidades lúdicas, por lo que el contacto con el entorno del barrio era lo más habitual.







Mi hermano Antonio, con cuatro años más que yo, era siempre el obligado responsable del miembro más pequeño de la familia; en nuestras salidas al exterior, me tenía que llevar de la mano, por más que le molestara, y cuidar y prevenir todos aquellos potenciales peligros que pudieran acecharnos.


Uno de aquellos días en los que dábamos un paseo por las cercanías de nuestro domicilio, pasamos por delante de un profundo callejón. No tengo los recuerdos absolutamente claros, pero creo que era por la tarde, primavera o verano, hacía buen tiempo. De lo más profundo de aquella vía sin salida procedían unos gemidos no muy intensos, pero continuos. Mi hermano y yo nos miramos y, por supuesto, contraviniendo cualquier ordenanza paterna de evitar situaciones anómalas, entramos en el callejón; al fondo, pegado a la pared, un perro de tamaño medio.









A medida que nos acercábamos, de forma lenta y prevenida, aquel pobre animal intentaba hacerse más diminuto, intentaba ser invisible a nuestros ojos. Yo era muy pequeño, pero tengo clavada en mi alma la sensación que transmitía: miedo, mucho miedo.


Nos acercamos todo lo que pudimos, aquel desgraciado ser vivo no hizo el más mínimo intento de defenderse, de atacar. Seguramente estaba sin fuerzas después de que algún o algunos hijos de satanás le hubiera propinado una paliza de aberrantes proporciones. Recuerdo la escena y el olor de la sangre. Nunca podré borrarlo de mi memoria. Pero lo que todavía a día de hoy se presenta de manera involuntaria ante mi mente en demasiadas ocasiones similares es la imagen de uno de sus ojos fuera de la órbita. ¿Quién podía haber ejecutado aquella pavorosa acción?, ¿qué mal había desplegado aquel indefenso ser vivo para recibir tal castigo?







Creo que lloré. No entendía nada. Solo sentía la mano de mi hermano apretándome fuerte. Él era el mayor y tenía que mantener el tipo. En ese apretón yo notaba protección, pero también notaba su rabia.


Por aquellos días la gente del barrio se conocía, éramos como una gran familia. Salimos del callejón, yo aturdido, pero mi hermano con la clara y firme intención de buscar algún adulto responsable que pudiera ayudarnos. Habló con alguien que inmediatamente acudió al lugar y salió con el perro en brazos, envuelto en sangre y con su ojo… con aquel ojo colgando.








Había una pequeña clínica veterinaria cerca, muy cerca. Seguimos a aquel hombre y al perro. Solo pude ver cómo lo depositaban en la mesa y después nos dijeron que nos fuésemos a casa. Nunca supe qué pasó con aquel animal. Siempre me ha quedado la duda. Quizá aquel día, aquella visión del salvajismo, de la crueldad del ser humano hacia los animales, fue otro ladrillo de la base de mi realidad actual.








Era pequeño, muy pequeño, pero me prometí, me conjuré para intentar que ningún otro animal sufriera ese trato; me juré a mí mismo que, si por desgracia volvía a suceder, yo tenía que estar pendiente para ayudarlos.


Sigo intentándolo.











PARA DENUNCIAR MALTRATOS:

yodenuncio.pacma.es


Defensa Animal: http://www.justiciaydefensaanimal.es

Se puede denunciar el maltrato animal desde el móvil de manera inmediata.

SEPRONA (En Euskalherria no hay SEPRONA) Teléfono gratuito: 062




FUENTE: "YO Y OTROS ANIMALES"

AUTOR: CARLOS RODRÍGUEZ; Veterinario, compagina la radio y la televisión con el ejercicio de su profesión y colabora con entidades de protección animal. Ha sido presentador de programas sobre animales en Tele5, Antena3, TVE y Telemadrid. En Onda Cero dirige y presenta Como el perro y el gato, y en el canal de televisión digital Nova, Pelopicopata Edición Mascoteros. Además ha publicado varios libros y un coleccionable sobre animales de compañía. Es autor de “El encantador de gatos”, entre otros.



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