martes, 26 de enero de 2016



LA IGUANA Y EL GATO DOMÉSTICO. 

{Nueva York, EE.UU., 2008}






                     SOBE, la iguana y JOHANN, EL GATO, sesteando.




En las calles de Nueva York se ven muchas cosas raras, pero no es precisamente una de ellas una iguana. Pero un día, en Brooklyn, en el cruce de la calle 71 con la 13.ª avenida, un automovilista vio una iguana paseando. El hombre, sin acabar de dar crédito a sus ojos, se dijo que no era lugar para un animal de este tipo y lo recogió con intención de darle un hogar, pero a su esposa no le hizo ninguna gracia. “Aquí no me traigas eso”, dijo. Y el hombre llamó a una amiga que tenía debilidad por los animales.






                                     JOHANN, acicalando a SOBE


Rina Deych es enfermera colegiada y suele hacer de voluntaria en programas de cuidado de animales. En su apartamento, que de por sí es ya un zoo, acogió sin reservas a la iguana de treinta centímetros y en seguida le buscó lo que necesitaba. Compró un habitáculo con humidificador, calentadores y una lámpara que simulaba luz solar. “Me alegró que cuando menos fuese vegetariana -comenta Rina, que también es vegetariana y tiene una nevera bien nutrida de verduras, brotes tiernos y fruta-. Naturalmente también la habría acogido aunque no lo hubiera sido.” Le puso por nombre Sobe.







Gracias a sus cuidados, el reptil creció y pronto alcanzó casi metro y medio de longitud de la nariz al extremo de la cola. Entretanto, llegaba a la puerta de Rina otro desamparado. “Era un gatito que estaba a punto de morir cuando lo recogí -nos cuenta Rina-. Fue como si hubiera sabido que esto era un refugio para animales; él o la madre que lo dejó allí.” A pesar de que el pequeño felino padecía neumonía, infecciones oculares y una plaga de pulgas y gusanos, Rina pensó que podía salvarlo y rechazó la propuesta de eutanasia del veterinario.






                                      Iguana de las Islas Galápagos




Efectivamente, el gato Johann empezó a mejorar visiblemente, y Rina decidió ver que tal se llevaban los dos desamparados. “Cuando puse a Johann el gato en el habitáculo de Sobe la iguana, ésta lanzó un bufido como Godzilla y un silbido. Con esta actitud tenía un aspecto imponente y amenazador, pero el gatito no se asustó y fue a restregarse ronroneando contra la áspera piel de la iguana. Sobe probablemente se dijo: “¿Por qué narices no se asusta?”.  La iguana se calmó rápidamente, cerró los ojos y dejó que el gatito se restregara contra su cara y juguetease con su cola. No hizo nada por impedir el contacto e incluso pareció gustarle.







Hoy en día, Sobe es una iguana que campa a sus anchas en casa de Rina. Se sube a la cama con Jo y otros gatos de Rina y los deja que se acurruquen a su alrededor, sin que le importe que quieran acicalarla o que se suban a la percha caldeada de su habitáculo. De hecho, si no ve a ningún felino encaramado en ella, se pone a buscarlos por la casa.






Aunque las iguanas son agresivas, sobre todo a partir de la madurez sexual, “Jo y los otros gatos han aprendido a detectar esas señales y no se le acercan cuando Sobe se pone “demasiado afectuosa”, explica Rina. Al fin y al cabo, hasta los mejores amigos tienen un límite.









FUENTE: "AMIGOS INESPERADOS" (Historias sorprendentes del Reino Animal) Bestseller de The New York Times

AUTORA: Jennifer S. Holland es escritora de National Geographic especializada en ciencia e historia natural. Vive en Silver Spring, Maryland, con su marido, dos perros, docenas de serpientes y unos cuantos lagartos. Para su desesperación, ninguno de ellos ha cruzado la frontera entre especies para ser amigos.

Amigos inesperados nos ofrece 47 historias reales e inspiradoras de animales que, sin tener nada en común, establecen lazos de amistad de formas completamente imprevisibles.

En sus múltiples viajes por el mundo, la periodista de National Geographic, Jennifer Holland ha recopilado historias increíbles sobre amistad entre especies que suelen establecer relaciones de depredador y víctima, en vez de amigos del alma: un gato y una iguana, una gorila y un gatito… entre otras sorprendentes combinaciones.

De lugares tan dispares como Sudáfrica, Alemania, India, Japón o el Círculo Polar Ártico, la autora narra con todo detalle cada una de las historias de amistad de los protagonistas y nos aporta interesantes explicaciones sobre el comportamiento animal que dejarán asombrados a los lectores de todas las edades.

Con fotografías a color, este libro es un tesoro para cualquier amante de los animales.

"Amigos inesperados" es un libro maravilloso. Cuando abrimos los ojos y nuestro corazón a los seres con los que compartimos el planeta, descubrimos como la compasión y la empatía pueden atravesar las fronteras entre especies".   Marc Bekoff, etólogo y defensor de los derechos de los animales, autor de Justicia animal.


© Jennifer S. Holland, 2011
© de esta edición, Grup Editorial 62 S.L.U., 2014

Salsa Books, Barcelona


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