lunes, 9 de marzo de 2015




¿CÓMO DUERMEN LOS ANIMALES?








La acción de dormir viene definida por la aparición periódica de fases de reposo durante las cuales se adopta un tipo específico de postura, y en las que la receptividad ante estímulos conscientes se ve mermada, aunque (a diferencia de los estados de coma o hibernación) no hasta el punto de que el sujeto siga durmiendo si los estímulos externos son suficientemente poderosos. A estos períodos de reposo corresponde un tipo específico de EEG.


Más concretamente, podemos añadir que sólo duermen los animales de sangre caliente, es decir, las aves y los mamíferos. Otros animales [insectos, anfibios, reptiles] gozan a diario de fases de reposo durante las cuales la actividad y la sensibilidad sufren una disminución. Pero, hoy por hoy, parece dudoso que estos períodos de reposo estén relacionados con el sueño, es decir, que muestren un EEG específico de este estado. Algunos investigadores han creído toparse con un proceso semejante al sueño; se trataría de algo "parecido", ya que en sentido estricto el sueño se limita únicamente a los animales de sangre caliente.







Estos últimos, y sólo estos últimos, duermen. En la medida en que son diferentes, también es distinta la vida que llevan: activos durante el día, activos por la noche, o activos día y noche, constantemente amenazados por depredadores o ajenos a todo peligro; carnívoros o hervíboros; aclimatados a un biótopo determinado. Aunque cada uno ocupa un puesto diferente en la escala evolutiva, todos están hermanados por el sueño. Puede concluirse que este último satisface una función biológica vital; de lo contrario, la selección natural se habría encargado de eliminarlo allí donde supusiera una molestia inoportuna. E igualmente, puede deducirse que existe relación entre el sueño y la temperatura sanguínea.







Siendo ambas suposiciones razonables, las dos se encuentran con dificultades a la hora de explicar las distintas necesidades y tipos de sueño de cada especie. ¿Qué función es ésta que deja satisfecha a una especie con dos horas de sueño mientras que exige veinte a otras?


De hecho, la duración del sueño es muy diferente según las especies. A corzos y caballos les bastan dos o tres horas diarias, a asnos, elefantes, cabras, ovejas y vacas, tres o cuatro. Especialmente "dormilones" son el opossum (zarigüeya) con 18 horas, y algunos murciélagos, con casi veinte. Entre ambos extremos se encuentran los conejos (ocho o nueve horas), los chimpancés y los babuinos (nueve o diez), los ratones, las ratas, los hámsters (doce o catorce) y los gatos (catorce o quince). El hecho de el animal humano, con sus siete horas y media, precise, en comparación con otros animales, un  tiempo menor de sueño, parece contradecir la suposición de que la finalidad de éste sea el mantenimiento y la reparación del sistema nervioso central; en caso contrario sería de esperar que el más complicado de los sistemas nerviosos, el humano, necesitara el período más largo de recuperación.




Los elefantes duermen recostados; excepto las crías que lo hacen en el suelo.



Todo se vuelve aún más desconcertante si se piensa en el paso del sueño REM al No REM (en el caso de los animales se habla más bien de "sueño sincronizado" y "no sincronizado"). Todas las especies sometidas a estudio duermen en ciclos de diferente duración, ciclos que tienen su fase no sincrónica, esto es, su fase REM. Pero también la proporción de sueño REM ofrece importantes variaciones. Existen especies con muy poco sueño de este tipo: en los macacos constituye únicamente el 5,6% de todo el tiempo, en los babuinos el 7,2 y en los canguros el 8,7. En otras especies el sueño REM cobra gran importancia: así el sueño no sincronizado ocupa el 46% del reposo nocturno de los elefantes asiáticos, y un tercio del de los armadillos y opossums  acuáticos. La fase REM es también bastante larga en el caso del humano, ocupando del 20 al 25% de su tiempo de sueño, tanto como en los gatos. Con ello queda descartada la teoría [que parecería evidente si se considera al humano como único objeto de estudio] de que la fase REM, por ser tan rica en sueños, realiza una función predominantemente psíquica. Sería imposible justificar que la mente humana sea más semejante a la del gato que a la del chimpancé (con un 15% de sueño REM) o a la del gibón con un exiguo 8%).






Los investigadores Allison y Cicchetti, llegaron a la conclusión de que cuanto más corpulento es el animal, menos sueño necesita, y más breve es su sueño REM. Aunque también disminuye la cantidad de sueño a medida que aumenta el peligro, este incide principalmente en la disminución del sueño REM. Podría suceder que los grandes herbívoros, constantemente amenazados [los bólidos, caballos y, presumiblemente, también el resto de los rumiantes] duerman muy poco y, además, con un sueño REM escaso, mientes que el elefante, carente de enemigos, se permitiera una elevada cantidad de sueño REM pese a dormir poco tiempo. El sueño REM es especialmente arriesgado para animales amenazados, ya que en ellos se alcanza una mayor profundidad que en el humano, de manera que es difícil despertarles, como si se hallaran en el más profundo sueño No REM.




La osa ha parido a su cría estando dormida. El cachorro se alimenta de su madre dormida. Cuando ha llegado el fin del invierno, mamá osa y su cría salen al espacio exterior.


Un caso extremo de sueño breve es el de la jirafa. A lo largo de la noche, se tiende varias veces para dormir sólo durante unos minutos; en total, duerme una hora aproximadamente. Como herbívoro estepario no está exento de peligros; es una especie muy amenazada, ya que necesita más de 10 segundos para erguirse sobre sus largas patas. Si sufriera un ataque durante el sueño, sólo transcurridos esos 10 segundos podría iniciar la huida. Su singular anatomía hace muy inoportuno el sueño, que de resultas se ha acortado extraordinariamente. El hecho de que pese a todo duerma [aunque sea  tan brevemente] favorece la teoría de que el sueño satisface una función biológica de vital importancia, no limitada a un ahorro de energía mediante el reposo. Si no fuera así, la evolución hubiera suprimido la necesidad de sueño en estos animales.







En 1980 James M. Walker y Ralph J. Berger relacionaron el sueño con los otros grandes mecanismos de ahorro energético de los animales de sangre caliente. Uno de ellos es el "torpor" que suele aparecer durante el sueño cotidiano de muchos pequeños animales mamíferos y algunas aves, y en virtud  del cual la temperatura corporal desciende entre 5 y 20º; la tarea de despertar a estos animales entraña gran dificultad. El otro mecanismo es la hibernación: la temperatura corporal desciende hasta aproximarse a 0º, la respiración y el pulso se ralentizan extraordinariamente, la necesidad de energía es un quinceavo de la precisada en la vigilia y la "despertabilidad" se reduce radicalmente. Si hace tanto frío que la temperatura corporal amenaza con descender excesivamente, los animales salen de su letargo, generando así calor interno. En algunos casos, como por ejemplo en muchas variedades de insectos que se sumen en el llamado letargo invernal, no existe esta capacidad, de modo que las fuertes heladas provocan la congelación.







Así pues el sueño constituye el primer estadio, el más moderado, pero también el menos eficaz de los tres que integran el programa de ahorro energético; el más próximo a la vigilia, el más inocuo y el más extendido en la naturaleza.


Shakespeare, un gran insomne, se expresa afectuosamente acerca del sueño, al que uno de sus protagonistas elogia como "bálsamo del alma enferma que baña la herida del cansancio", nature's soft nurse, dulce enfermera de la naturaleza.






Fotografía propiedad de la Aldea del Burrito, en Aldeadávila de la Ribera.
Parque Natural de Arribes del Duero.








FUENTE: "DORMIR Y SOÑAR"

AUTOR: DIETER E. ZIMMER

Versión española de la obra original alemana: Wenn wir schlafen und
träumen, de Dieter Zimmer y publicada por Kösel-Verlag GmbH & Co.,
de Münich.

© 1985 Salvat Editores, S.A., Barcelona
© 1984 Kösel-Verlag GmbH & Co., Münich





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