lunes, 11 de abril de 2016




LA PRIMERA CIRUGÍA.






El veterinario Carlos Rodríguez ante el cadáver de la gatita de dos meses que fue pateada por unos menores y abandonada a su suerte en las calle de España. Carlos dijo horrorizado que nunca ció algo similar y dejó un mensaje a través de un vídeo.



También estando en quinto de carrera me enfrenté al accidente doméstico sufrido por una de las mascotas que compartía con mi hermano Antonio: un jerbo. 


Estos animales son verdaderamente adorables, tranquilos, interactivos. Este, en concreto, era el ojito derecho de mi hermano, hasta el punto de que cuando el humano se tumbaba en el sillón a ver la tele (uno de sus deportes favoritos), el jerbo se instalaba sobre su barriga de forma tranquila compartiendo tan íntimo momento.







Pues aquel minicanguro, seguramente con alguno de los juegos de su jaula, se partió el cúbito y el radio de [creo recordar] su pata izquierda. Sinceramente, no hacía falta una confirmación de la fractura mediante radiografía, la deformación y el punto de localización evidenciaban que el problema consistía en la rotura de los huesos.


En aquella etapa final de mis estudios, yo estaba muy unido a un excelente ser humano, un gran tipo: José María. Éramos uña y carne, siempre juntos, preparando los exámenes, saliendo a divertirnos en los pocos ratos de que disponíamos… Ambos teníamos además, un mismo punto en común de enajenación.






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Vino a casa, valoramos el caso y decidimos intervenir al animal. Si alguien me dijera hoy que pretende hacer lo mismo que nosotros hicimos en aquel momento, con nuestros medios, nuestra cuantificación y nuestra experiencia, indudablemente, lo primero que trataría de hacer sería disuadir al valiente en cuestión, atribuyéndole sin temor a equivocarme un elevado grado de locura… Aunque, como siempre, a continuación diría: ¡bendita locura!







Conseguimos la anestesia adecuada para nuestro paciente, material de cirugía, suturas capaces de resolver las heridas quirúrgicas y, una noche, en la habitación de estudio de mi casa, nos dispusimos a realizar la intervención en un miniquirófano improvisado.


Por fortuna, todo discurrió como habíamos pensado. La anestesia mantuvo sedado al animal el tiempo deseado, conseguimos reducir las fracturas y estabilizarlas y suturamos la herida. Curiosamente, lo más complejo fue realizar un vendaje en aquella minúscula extremidad, pero, con paciencia, con mucha paciencia, lo conseguimos.






Estuvimos toda la noche en vela, esperando el despertar de aquel aturdido animal, ofreciéndole agua, alimento, y controlando que no se mordiera el vendaje. Fue una noche larga, intensa… Cuando amanecía, mi querido jerbo estaba como si nada hubiera ocurrido, deambulaba con total normalidad por la caja totalmente acolchada que habíamos preparado para que pasara su posoperatorio.


Pasaban los días, realizábamos curas cada cuarenta y ocho horas y, cuando la cirugía cumplió siete días exactos, al acudir a su improvisada jaula de control, vi que el animal no llevaba la venda. Hasta entonces, durante aquella semana no se había tocado nada. En aquel momento pensé que todo el esfuerzo se había ido al garete.






Afortunadamente, la sabia madre naturaleza le había indicado al animal que ese era el momento de retirar el vendaje y quitar con sus especializados dientes los micropuntos que cerraban su herida. Todo estaba bien…


Intentamos ponerle otro vendaje, pero se lo quitaba. Pasamos unos días de gran tensión por si la estabilización de los huesos pudiera fallar y dar al traste con lo que, hasta el momento, había sido un éxito. Pero no pasó nada.


La patita del jerbo quedó absolutamente funcional, era un verdadero placer ver cómo cogía el alimento con la mano de la extremidad intervenida, cómo se acicalaba moviendo perfectamente la extremidad por su cara.






Aquel animal siguió en mi familia los años que la longevidad propia de su especie le permitió; son animales de vida corta, pero, por su carácter y por la intervención a la que tuvimos que someterle, comprenderéis que fue uno de los animales más especiales de mi vida.


Curiosamente, durante el resto de mi trayectoria profesional no he tenido que resolver muchas fracturas de pequeños mamíferos, pero, cada vez que abordaba una de ellas, recordaba a aquel pequeño jerbo en nuestro improvisado quirófano y con los escasos medios que poseíamos.






La última cirugía similar fue una fractura abierta de la tibia de un ínfimo hámster ruso. Con todos los medios de que dispongo hoy, con toda la experiencia, puedo deciros que me resultó mucho más complicado solucionar este último caso que el de mi adorado jerbo.


¿Será que me estoy haciendo viejo?












FUENTE: YO Y OTROS ANIMALES
AUTOR: CARLOS RODRÍGUEZ; Licenciado en Veterinaria, compagina la radio y la televisión con el ejercicio de su profesión y colabora con entidades de protección animal. Es un maestro de la divulgación, de forma amena y hasta divertida, de los conocimientos que acumula a través de su experiencia como veterinario. Ha sido presentador de programas sobre animales en Tele 5, 
Antena 3, TVE y Telemadrid. En Onda Cero dirige y presenta Como el perro y el gato, y en el canal de televisión digital Nova, Pelopicopata Edición Mascoteros. Además, ha publicado media docena de libros y un coleccionable sobre animales de compañía. Sus trabajos han merecido el reconocimiento de la Real Sociedad Canina de España.

© Carlos Rodríguez, 2013
© Espasa Libros, S.L.U., 2013, Barcelona
(e)  Boreal











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