GESTOS
FRENTE A SIMULACROS
"Yo sé que un día moriré… me iré, pero me iré feliz, sabiendo que hice lo correcto, por los indefensos"
Naoto Matsumura
"Yo sé que un día moriré… me iré, pero me iré feliz, sabiendo que hice lo correcto, por los indefensos"
Naoto Matsumura
En una entrada anterior se nos informó
del caso del señor Naoto Matsumura. Y de ahí que a menudo me vengan a la mente flashes recordando las
fotos de ese hombre con los animales a los que cuida. No hay más que añadir a
lo que vemos y leemos en esa entrada del blog.
Así y todo, no me resisto a decir aquello
que se impone en mis cavilaciones diarias. Tenemos ahí a una persona, Naoto,
que sumido en lo más profundo de la desgracia de Fukushima, se niega a
abandonar el lugar y se dedica a sacar adelante a los animales que
sobrevivieron al accidente. Un gesto
que nos reconcilia con la cara más valiosa y preciosa de eso que llamamos
“humano”.
No obstante, en el pequeño pueblo de TAMIOKA, a menos de seis millas de la central nuclear de FUKUSHIMA DAIICHI, un hombre se negó a abandonar la zona: Naoto Matsumara, un arrocero de 53 años. "Nací y me crié en este pueblo", nos contó.
No obstante, en el pequeño pueblo de TAMIOKA, a menos de seis millas de la central nuclear de FUKUSHIMA DAIICHI, un hombre se negó a abandonar la zona: Naoto Matsumara, un arrocero de 53 años. "Nací y me crié en este pueblo", nos contó.
Al contrario, en esta nuestra sociedad
hipermoderna nos topamos de continuo con
simulacros. Toda una catarata de discursos
y soflamas acerca de nuestras virtudes y derechos como seres humanos. Y unas no
se prodigan y los otros hace tiempo que están de vacaciones. Pero vayamos con
los animales.
En España se tiene a bien ofrecer
suculentos presupuestos para injertar en las ya, tal vez no, avisadas cabecitas
de los niños el acendrado arte de la tortura de los toros. También se
despilfarra el dinero en fiestas macabras en las que se torturan y matan otros
animales. Los próceres del país, mientras tanto, berrean babeantes las gracias
innatas de tales ejemplares de lo humano.
Ya es hora de gritar ¡Basta de idioteces
asesinas! Miremos los gestos a seguir. El del señor Matsumura abre la puerta a
otro mundo. De verdad. Gracias.
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