martes, 28 de mayo de 2013


CRUELDAD EN LAS REDES.

Alejo Pérez de Ayala


Tanto si están nadando en un pequeño "universo" de cristal, como si están esquivando basura y plásticos o manchas de petróleo, o agitándose en un anzuelo, en todo el mundo los peces requieren nuestra ayuda.



Los peces "de compañía" se venden en secciones de grandes almacenes, tiendas de animales, o en puestos callejeros, en donde pueden encontrarse en peceras abarrotadas que se limpian esporádicamente; y en muchas pescaderías y mercados se venden peces aún vivos como comida. La captura de especies tropicales de agua salada puede ocasionar estragos en el entorno natural de los peces;



los pescadores de las Filipinas y de otras islas del Pacífico contratan a niños para que se sumerjan a 30 metros   -o más-  de profundidad, para explosionar rocas duras de los vulnerables y preciosos arrecifes coralinos con el fin de dirigir la pesca hacia las redes, mientras que otros usan explosivos para aturdir a los peces y hacer más fácil su captura.


LA REALIDAD DE LOS PECES

En el Estado español se adquieren anualmente 1.300.000 toneladas de pescado. En la Comunidad Económica Europea sólo los portugueses nos superan en consumo de pescado y esto, en buena parte obedece a la atracción que los lusitanos sienten por el bacalao.





En todo el mundo miles de pesqueros peinan diariamente los océanos, dejando tras de sí miles de kilómetros de redes de plástico que atrapan y matan anualmente a unos cien mamíferos marino y como mínimo un millón de pájaros. Los barcos también arrojan basura que asfixia y envenena a los habitantes marinos.





El algunos pescados se han  detectado concentraciones de policlorurobenceno hasta nueve millones de veces superior a la existente en las aguas circundantes.

Los peces usan sus lenguas y labios a modo de manos  ---para recoger alimento y construir nidos---, por lo que la pesca deportiva, además de ser cruel, los debilita. Los peces capturados y devueltos al agua (según la moda actual) son presa fácil de infecciones y de depredadores. El ser cogidos con el anzuelo, manoseados y vueltos a soltar al agua, sufren un stress brutal que hace que su sistema inmunológico se debilite enormemente.

Algunos pescadores ensartan los peces para matarlos, otros dejan que se asfixien.




En fecha reciente, más de cien millones de personas gastaron alrededor de 5.000 Euros cada uno en equipos para llevar a cabo la matanza de más de mil millones de peces sacrificados en nombre del "deporte".

Debido a que los peces no exteriorizan su dolor del mismo modo que los mamíferos, pocas personas relacionan el pescado con la trágica crueldad que representa.

Un informe publicado por científicos holandeses, revela que los peces experimentan el dolor y el miedo de un modo comparable a las reacciones humanas en condiciones semejantes. Al medir el  nivel de dolor y miedo experimentado por los peces cogidos en anzuelos, los científicos afirmaron que "los peces experimentan miedo y dolor".



El profesor Frank Hird, eminente microbiólogo de la Universidad de Melbourne, dijo que "el sufrimiento resultante de la falta de justicia biológica en la industria pesquera me horroriza en extremo", y "para mí es inconcebible que  algún animal carezca de sensores de dolor. Éstos son necesarios para poder aprender a sobrevivir en situaciones peligrosas. El argumento de que vertebrados como los peces no sienten dolor es un argumento de conveniencia".  La pesca con anzuelo es extremadamente dolorosa para los peces, ya que éstos poseen una rica enervación en sus labios, lengua y boca. Las redes a la deriva constituyen auténticas cortinas de muerte.




Las redes pelágicas no sólo barren todo lo que encuentran a su paso, dejando una estela de destrucción como prueba evidente del expolio que provocan, sino que incluso especies ajenas al móvil de la pesca sucumben por asfixia, no sin antes padecer una larga agonía. Ballenas, cachalotes, delfines y calderones son víctimas del empleo irracional de pesca.



Los peces pueden ser notablemente compasivos. Una publicación sudafricana documentaba el caso de un pez de colores deforme, apodado negrito, y de otro rojo llamado pelirrojo que le salvó la vida. Negrito tenía problemas para nadar y durante un año pelirrojo iba cada día a rescatarle. En la publicación se decía: "pelirrojo está constantemente atento a su amigo enfermo, tomándolo suavemente sobre su lomo y paseándolo por la pecera. Cuando se acerca la hora de comer y el cuidador esparce comida por la superfície,  Pelirrojo recoge inmediatamente a Negrito y lo arrastra nadando a la superfície, donde ambos se alimentan".

Un informe del Gobierno australiano revelaba que los dos aspectos más valorados de la pesca recreativa eran el descanso, un 43%, y la vida al aire libre, un 28%. Muy por debajo se encontraba el objetivo alimentario, con sólo el 7%.




ALTERNATIVAS


Usa Nori para envolver el aguacate y el sushi de pepino (¡A pesar de la creencia popular, sushi no significa "pescado crudo"!); prueba wakame o kombu para sopas, el nori tostado constituye un magnífico aperitivo salado. En los restaurantes pide pizza con champiñones y pimientos en lugar de anchoas  ---¡Y pruébala con salsa marinada en lugar de queso! ---  o un filete de soja en lugar de un bocadillo de pescado. Comer verduras, legumbres y fruta es el mejor modo de compadecerse de los peces.





Comprueba si en los departamentos de grandes almacenes y tiendas de animales de tu barrio o localidad las peceras están sucias, si hay peces flotando en el agua y signos de hacinamiento. Un pez tropical de 2,5 centímetros de longitud necesita, por lo menos, 50 centímetros cuadrados de superfície de agua para poder respirar normalmente; un pez de 5 centímetros precisa el doble de espacio: ¡QUÉJATE! (educadamente) a la dirección si encuentras anomalías y comunica tu reclamación por cualquier medio al propietario de la tienda y a la prensa local. No vuelvas a comprar en esa tienda hasta que no se hayan subsanado estos problemas o, si es posible, hasta que se interrumpa la venta de peces (u otros animales).



Quien no comprende una mirada, tampoco comprenderá una larga explicación.

                                                         Proverbio árabe.

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