DESCORNAMIENTO
Ted Hughes (Poemas de animales)
Pandilla de bravuconas irascibles, las vacas cornudas
entre las descornadas. Temidas y agresivas.
Las cascarrabias del pajar, de las reuniones, de las
faenas
multitudinarias en el patio. Saben dónde han de poner
sus pitones
con exactitud, las otras vacas también lo saben,
igual que conocen sus partes blandas. Cornadas en el
vientre, penachos
en la punta de los pitones. Palancas de mano. Pero
fuera esos cuernos.
Ya están todas en el patio.
Hay que separar a las peleonas. Se arremolinan
como peces enormes en un cubo, hacen remolinos de
lodo.
Una a una entran en la jaula y pasan por la aguja.
Su rugido no parece de vaca sino de tigre,
es como una ventolera en una caverna, muy, muy largo,
al principio de dolor y luego de terror. La siguiente.
La aguja se mete entre el ojo y el asta, tan adentro
que se te encoge la tripa cuando ves girar el ojo
en su envoltorio de tejido rosado. A un lado y al otro.
La primera queda anestesiada y de vuelta con las demás.
Las pinzas gigantes en la membrana, tensadas al
máximo.
Se hace palanca en el cuerno, la punta se hace girar
con las pinzas, la boca chorrea, el ojo
es como un ojo vivo en una sartén, como el ojo de un pez
expuesto al aire. Entonces el cortaquesos
de alambre trenzado y las estaquillas de acero inoxidable
se alinean en la raíz peluda del cuerpo y se tira
hacia atrás con toda la fuerza, tirando y empujando
a la derecha y a la izquierda hasta que la sangre gotea
sobre el pómulo, el alambre muerde
y sierra, se cauteriza con amoniaco humeante
y la vaca gime, suelta un rugido amorfo y convulsiona
su media tonelada en la jaula. Nuestras caras
sonríen como caras en la silla del dentista. El cuerno
baila en su raíz, el alambre atraviesa
el último gozne de pelo, el pesado cuerno queda libre
y un chorro de sangre como una pistola de agua
moja al que lo sostiene: el chorro de una jeringa
sale del blanco cráter ensangrentado del cráneo.
Jaula para descornar terneros.
Luego las pinzas
doblan la boca de la arteria y hacen un nudo.
El antiséptico purpúreo lo rocía todo con una nube de
color sepia.
Lo mismo al otro lado. Hacemos
un montón con los cuernos. El suelo de la jaula
es un charco pisoteado de sangre.
Las reses coronadas de púrpura, las bravuconas, ya sin cuernos que temer,
empiezan a embestir y a pelear. Quizás sus cabezas
estén todavía anestesiadas. Nuevo orden
entre las descornadas. Esa vaca pintada
con la cabeza tan alta, con su trote de toro español,
con su espíritu furioso y su avance jadeante,
se tendrá que volver maternal.
Descornador eléctrico
Sierra eléctrica para descornar
Lo que ha perdido
en armas lo tendrá que ganar en ubres.
Pero todas ellas han perdido un tercio de su belleza.
Tijera para descornar
Se puede el vídeo "El descornado, un secreto (bien guardado) de la industria lechera (YOU TUB)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si tienes algún comentario no dudes en hacerlo. Gracias.