El burrito Capitán
y los ominosos silencios sobre su desdichada historia
Un correo de
la plataforma de peticiones Change.org me comunica que tres tipejos han sido
imputados por el abandono, violación anal con un palo y descomunal paliza que
en junio dieron al burrito Capitán, de tan solo 17 meses. Recibo ese correo
porque yo fui uno de los 180.000 firmantes que se adhirió a la iniciativa
electrónica para exigir a las autoridades de Almería que no archivaran las
actuaciones para descubrir a la basura humana que estaba detrás de esta acción
de auténticos pendejos. Y se ha conseguido con el clamor de todos que este
asunto no se dejara dormir y que la Guardia Civil haya, al menos, imputado a
ese trío de escorias.
Aún estoy sorprendido por las gilipollescas y
antiperiodísticas omisiones de los elementos informativos y la cretina
corrección política consistente en tapar cualquier acto delictivo cometido por
gitanos
Visito con
alguna frecuencia la página y el blog del Pacma y, tal vez se me haya
pasado por alto, pero no he conseguido encontrar referencia alguna acerca
del atroz tormento sufrido por este pequeño burro que apenas había iniciado su
infancia. Imagino que la razón de esta ausencia del hecho es que hay tantas
atrocidades con los animales que algunas, incluso tan llamativas como esta,
por algún motivo o sin él quedan sin recoger en este espacio animalista.
He apelado a
la hemeroteca y aún estoy sorprendido por las gilipollescas y antiperiodísticas
omisiones de los elementos informativos de esta noticia que realizaron
demasiados medios cuando dieron a conocer el suplicio de Capitán. Así,
aunque algunos situaron el hecho en Almería, cerca de una escuela, no dieron
ninguna otra pista. Trabajé unos cuantos años en esa ciudad y me era imposible
imaginar que esto hubiera sucedido en la mayoría de los muchos sectores urbanos
de la Almería que conocí. Siguiendo las novedades de la repulsiva noticia, di
con otros medios que, haciendo gala de una paupérrima valentía, ya al menos
apuntaron que se trataba de una barriada marginal, conflictiva. Empezaba a
comprender. Finalmente, gracias a indagaciones en internet y al correo de
Change que comunicaba a todos los firmantes el resultado de la petición de
exigencias de responsabilidades a los autores, se ha podido conocer la mayor
parte del triste suceso.
Ocurrió en la
barriada gitana de ‘Los Almendros’, un lugar sólo habitado por ellos, dato que
de forma estúpida quiso ser ocultado por el irracional buenismo y por la no
menos cretina corrección política que consiste en tapar cualquier acto
delictivo cometido por gitanos. Para todo desconocedor de ese enclave de he
apuntar que ya entonces, cuando lo conocí hace una buena porción de años,
cualquiera que no fuese de esa raza y que por razones de trabajo tuviese que
acudir a dicho barrio (carteros, repartidores de butano e incluso servicios de
ambulancia) debía hacerlo escoltado por la Policía. Al parecer, nada ha cambiado
allí para mejor.
En los primeros días del pasado mes de junio, una maestra del colegio de Los almendros notó algo raro en su clase; una excitación especial entre el personal del aula, demasiados recaditos y risas nerviosas en los pupitres. Todo ello hizo que se mosqueara lo suficiente para tratar de averiguar lo que se cocía. Consiguió enterarse y quedó estremecida: los inocentes escolares habían quedado a la salida para ir a un solar próximo donde yacía malherido el pobre burrillo. Estaban cansados de torturarle, ya no les divertía tanto como al principio y habían decidido poner fin brutalmente a su corta existencia. ¿Con palos, tal vez a pedradas, quizás con cuchillos o con todo junto a la vez? Daba igual el método, pero sin duda tendría que ser cruel.
Gracias a esta valiosísima y oportuna información, la docente se puso en contacto telefónico con la asociación La Huella Roja, una organización surgida de la fusión de varias protectoras de Almería. Sin perder tiempo, estos valientes activistas pidieron a la Guardia Civil una escolta para llegar al descampado donde agonizaba Capitán. Con los agentes protegiéndoles, los miembros de La Huella Roja hallaron prácticamente exánime al pequeño animal. Cuando se encontraban atendiéndole, un gitano adulto, sorprendido por el pesar que manifestaban por un burro, se ofreció a reventarle la cabeza con una azada y acabar definitivamente con estas cosas de los “payos”. Huelga decir como reaccionaron los de la protectora que, mientras tanto, habían dado aviso a una veterinaria especialista en cuadrúpedos para que estuviese preparada e hiciera lo que pudiese por el maltrecho burrito.
En los primeros días del pasado mes de junio, una maestra del colegio de Los almendros notó algo raro en su clase; una excitación especial entre el personal del aula, demasiados recaditos y risas nerviosas en los pupitres. Todo ello hizo que se mosqueara lo suficiente para tratar de averiguar lo que se cocía. Consiguió enterarse y quedó estremecida: los inocentes escolares habían quedado a la salida para ir a un solar próximo donde yacía malherido el pobre burrillo. Estaban cansados de torturarle, ya no les divertía tanto como al principio y habían decidido poner fin brutalmente a su corta existencia. ¿Con palos, tal vez a pedradas, quizás con cuchillos o con todo junto a la vez? Daba igual el método, pero sin duda tendría que ser cruel.
Gracias a esta valiosísima y oportuna información, la docente se puso en contacto telefónico con la asociación La Huella Roja, una organización surgida de la fusión de varias protectoras de Almería. Sin perder tiempo, estos valientes activistas pidieron a la Guardia Civil una escolta para llegar al descampado donde agonizaba Capitán. Con los agentes protegiéndoles, los miembros de La Huella Roja hallaron prácticamente exánime al pequeño animal. Cuando se encontraban atendiéndole, un gitano adulto, sorprendido por el pesar que manifestaban por un burro, se ofreció a reventarle la cabeza con una azada y acabar definitivamente con estas cosas de los “payos”. Huelga decir como reaccionaron los de la protectora que, mientras tanto, habían dado aviso a una veterinaria especialista en cuadrúpedos para que estuviese preparada e hiciera lo que pudiese por el maltrecho burrito.
Lo sacaron de
ese infernal sitio y comenzó la ardua misión de salvarle la vida. Capitán
–ése fue el nombre que le pusieron los de La Huella Roja-, había sufrido
múltiples lesiones durante los días que fue torturado en Los Almendros, e
incluso algún o algunos degenerados le introdujeron un palo por el ano
produciéndole graves desgarros y una monstruosa salida de tejido rectal. Por
supuesto, durante el tiempo –días completos, eh- que padeció estas atrocidades
nadie le dio ni un sorbo de agua. Han sido jornadas de incertidumbre y cuidados
intensivos en el refugio de la protectora mientras tenía dos patas en la muerte
y las otras dos en una débil línea de la vida. Pero se empeñaron en salvarle
y lo han logrado. Hoy ya no está bajo el amparo de La Huella Roja porque ha
sido trasladado a un centro de recuperación equina de otra provincia. Las
interminables horas de horror, pesadilla, dolor, indefensión y vejaciones han
terminado para Capitán.
La situación de
los animales continúa siendo pavorosa en España. Una casta de políticos inmorales y
antropocéntricos sigue dándole esquinazo al inexcusable deber ético de
elaborar y aprobar una ley nacional de protección de los animales que haga
borrón y cuenta nueva con las 17 pantomimas actuales que no disuaden a los
abyectos. Es urgente y precisa una normativa igual para todas las regiones, que
castigue con dureza a los gitanos y a los españoles que vuelquen su vesania
delictiva contra los que no tienen voz. Y es de mayúscula justicia que, quien
así actúe, ya sea solvente o insolvente, lo pague sin posibilidad alguna de
escapatoria.
Burrito maltratado salvado por "El Refugio del Burrito"
Burrito maltratado salvado por "El Refugio del Burrito"
Al hilo de
todo esto, desde mediados de julio, la escritora y periodista Rosa Montero está
recogiendo firmas a través de la plataforma Avaaz para exigir
al Gobierno que se deje de pamplinas e insultantes evasivas y presente un
proyecto de ley que ponga fin a la infamia animalicida en España, que ocupa
el primer lugar en la Unión Europea en cuanto al número de abandonos. Rosa lo
está intentando por esta vía y, de ser conocida y divulgada su propuesta de
forma masiva, es razonable que cientos de miles de españoles dedicarán un
minuto escaso a ese sencillo acto de firmar electrónicamente. Es sólo un paso,
ya lo sé, pero creo que debe darse y proseguir la lucha por los otros.
Querían matar
al burrito Capitán y casi lo consiguen. Niños y adultos de ‘Los Almendros’, en
Almería. Entre risotadas, escarnios y torturas. Ya sabemos quiénes. Pero uno se
sigue preguntando, a la vista de la foto de un burrillo de 17 meses, de pelaje
oscuro y hundido en el dolor, más pequeño aún que el Platero de Juan Ramón
Jiménez, qué clase de mal ungüento ponzoñoso debe correr por las venas
de esos especímenes malnacidos y cobardes a los que incluso les
pareció insuficiente quitarle la vida poco a poco y le metieron un palo por la
entrañas.
Burro torturado y asesinado en TORREORGAZ
Burro torturado y asesinado en TORREORGAZ
Esta historia
no podía solventarse con cuatro datos irrelevantes y un ominoso silencio sobre
el origen de los autores y el lugar concreto donde tuvo lugar.
Buena suerte
en tu nueva vida, pequeño Capitán.
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