APRENDER A CANTAR
Una mañana de primavera no sería completa sin el canto de las aves, desde el más largo y complejo, como la aguda melodía invernal repleta de notas del carricero, hasta el lastimero silbido del Myadestes townsendi. Para estudiar el aprendizaje del canto, los investigadores aíslan a los machos inmaduros del resto de los machos adultos.
En unos estudios clásicos, W.H. Thorpe crió pinzones europeos en aislamiento total. Cuando alcanzaron la madurez la primavera siguiente, estas aves cantaron únicamente el esqueleto del canto del pinzón. Por el contrario, un pinzón expuesto a unos machos adultos ("tutores") que cantaban durante sus primeras semanas de vida fue capaz de cantar sustanciosas variaciones del patrón básico del canto. Seguramente pudo comparar sus simples primeros intentos con un modelo de canto interno que recordaba del verano anterior.
Pero criar polluelos en completo aislamiento puede producir aves inadaptadas, según afirma Meredith J. West, de la Universidad de Carolina, y Andrew P. King, de la Duke University. Con el fin de evitar este problema, ambos investigadores criaron machos de Molothrus de Carolina del Norte, recién salidos del huevo con hembras adultas procedentes de Texas. Para su sorpresa, los machos crecieron cantando con el distintivo acento de Texas. Pero ¿cómo les "enseñaron" el dialecto las silenciosas hembras?
Gracias a minuciosas observaciones de los Molothrus en la naturaleza, West y King resolvieron el enigma. Los machos pueden emitir de cuatro a siete variaciones de un gorjeo básico, el silbido-gorjeo. Cada macho canta una serie de variaciones. Cuando la hembra oye alguna que le guste, anuncia su aprobación estirando un ala hacia arriba y hacia fuera, como si agitara sus pestañas postizas.
La conducta representa un extraño ejemplo de expresión de aprobación entre los no primates. La señal se produce en un abrir y cerrar de ojos y dura sólo unas milésimas de segundo, durante el breve canto del macho. Pero esto es suficiente para ellos. Una vez que saben lo que le gusta a la hembra, se concentran únicamente en esa variación. Los investigadores encuentran ciertos paralelismos con los humanos; los bebés, por ejemplo, muestran su aprobación a las vocalizaciones de los adultos con sonrisas y miradas atentas.
El aprendizaje de sus cuidadores se produce cuando éstos repiten el tipo de vocalizaciones que consiguen la aprobación del bebé, por ejemplo, un lenguaje infantil tranquilizador. A medida que los bebés crecen, sin embargo, sus preferencias cambian. A la edad de un año y medio, prefieren un estilo vocal más semejante al adulto, y los adultos bien adiestrados obedecen. Los "dialectos" de las aves probablemente no tienen mayor significado que el de los humanos, afirma Michael D. Beecher, de la Universidad de Washington:
"Seguramente las aves aprenden cantos gracias a los beneficios que obtiene el individuo, y estos beneficios parecen estar relacionados con el aprendizaje de los cantos de los vecinos más cercanos, y por lo tanto con poder compartir varios tipos de cantos con ellos. Si uno aprende los cantos de sus vecinos más próximos (siguiendo la dispersión desde el nido y área natal), una consecuencia a gran escala es la aparición de dialectos de la zona."
Compartir cantos con el vecino, prosigue, puede desempeñar un papel crucial en la estructura social de una especie.
Los cantos de las aves, al igual que las vocalizaciones de los machos de otras especies, envían dos señales relacionadas; primero, advierten a la hembra de su disponibilidad para aparearse, y segundo, reafirman su autoridad sobre el territorio con la señal auditiva: "Prohibida la entrada". Los Melospiza melodia cantan ocho o nueve melodías diferentes, alguna de las cuales comparten con sus vecinos más próximos. Pero no son los
únicos.
Cerca del 70% de todas las especies de aves cantoras emiten más de un tipo de canto. Las explicaciones evolutivas de estos variados repertorios son un tema de debate entre los estudiosos de la conducta de las aves, algunos de los cuales consideran que las variaciones del canto son intercambiables. Beecher, sin embargo, cree que existe un proceso de comunicación más complejo. Un macho joven aprende los cantos que incluirá en su propio repertorio al escuchar a tres o cuatro machos más viejos. Posteriormente, cuando se instala y empieza a defender su propio territorio, puede responder a las melodías de sus vecinos [tanto a las de sus primeros tutores como a las de sus jóvenes compañeros de clase], porque comparte variantes de canto con ellos.
En un estudio de campo, Beecher hizo que Melospiza melodia que defendían su territorio escucharan cantos grabados. Los que escucharon el canto de un vecino la mayoría de las veces respondían con un canto compartido, pero no con el canto que acababan de oír. Al pasarles cantos extraños o su propio canto, pocas veces respondían con el canto compartido; en lugar de ello, repetían el canto recién escuchado.
Beecher sugiere que el uso de un canto de un repertorio compartido ayuda a mantener el status quo. Es una respuesta de baja intensidad y representa un reto moderado, más semejante a una mirada severa que al grito de "¡Piérdete!". Sin embargo, imitar un canto de forma más precisa representa un desafío directo que puede desembocar en una persecución agotadora.
Muchas aves, como los pinzones de Thorpe, aprenden su canto durante un periodo crítico de su crecimiento. Los pinzones, por ejemplo, aprenden cantos antes de alcanzar la madurez sexual. De forma semejante, los Zonotrichia leucophrys del oeste de América aprenden cantos durante su primer verano de vida. Después de este periodo, ya no aprenden ningún canto más.
Los humanos también aprenden mejor el lenguaje a una edad temprana. Después de la adolescencia, pocos son los que aprenden a hablar una lengua extranjera sin un acento distintivo. Un último paralelismo radica en el componente genético del aprendizaje de la comunicación. Los experimentos con pájaros cantores muestran que pueden aprender variaciones propias de su especie, incluso variaciones nunca vistas en la naturaleza, como cantos sonde se ha invertido el orden de la primera y segunda parte, pero no pueden aprender el canto de otras especies. (Si bien es cierto que algunas especies se especializan en imitar el canto de otras).
Como humanos, las personas parecen estar programadas genéticamente para aprender el lenguaje humano. Absorbemos el lenguaje, pero mientras crecemos no somos capaces de aprender a imitar los otros sonidos que tenemos a nuestro alrededor, incluso si crecemos en total aislamiento, sin tener ningún tipo de contacto con el lenguaje humano, lo que en Alemania se llama el síndrome de Kaspar Hauser.
FUENTE: "El lenguaje de los animales". Prólogo de Frans de Waal, prestigioso etólogo.
AUTOR: Stephen Hart, biólogo.
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© de la traducción 1997 Ediciones Omega, S.A.
© Alianza Editorial, S.A., Madrid
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