¿POR QUÉ NOS GUSTAN LOS ANIMALES?
¿Por qué nos gusta tanto tener en nuestras casas a este pequeño y feroz depredador? ¿Por qué alimentamos y cuidamos a un animal que no es un servidor obediente ni una fuente de beneficios? ¿Son suficientes sus habilidades para exterminar algunos animales nocivos y su agilidad en el juego para justificar su presencia en nuestras viviendas y el amor apasionado del que es objeto.
Rudyard Kipling resumió en un cuento la domesticación del gato: la Mujer primitiva, con sus artes mágicas, había entregado al Hombre el Perro, el Caballo y la Vaca. El Gato se presentó por su propio pie, pidiendo leche y un sitio al lado del fuego, agasajando a la mujer con palabras seductoras. Ella se comprometió a darle acogida si conseguía que le felicitaran tres veces.
Una mañana el Niño de la mujer empezó a gritar desesperadamente. El Gato estiró suavemente la patita de terciopelo y acarició la mejilla del Niño; luego frotó su cuerpo contra sus rodillas rechonchas, y con la cola le hizo un cosquilleo debajo de la barbilla. El Niño se rió, la dama sonrió y bendijo al Gato.
Pero al cabo de poco tiempo, el Niño irrumpió nuevamente a llorar porque el Gato se había marchado. Entonces el Gato volvió y sugirió a la mujer desesperada que atara un hilo a un pedazo de madera y lo arrastrara por el suelo; el Gato corrió detrás, lo atrapó con las patas, lo hizo rodar, se lo pasó por encima del lomo, entre las patas, fingió que se le escapaba, saltó nuevamente encima, y reanudó el juego, hasta que el Niño, riéndose, se puso a jugar con él.
Cuando estuvo cansado de jugar, se echó a dormir, abrazando al gato. Ahora, dijo el Gato, le cantaré una nana que lo hará dormir por lo menos una hora. Y empezó a ronronear, un rato fuerte y otro rato suave, hasta que el Niño se durmió. La Mujer, sonriendo felicitó al Gato.
Mientras se peinaba, entró un Ratón en la caverna. La Mujer se subió a un taburete aterrorizada. El Gato con un salto atrapó al Ratón y se ganó la tercera felicitación y el derecho de estar siempre hospedado en las casas de los hombres.
Una explicación etológica
En referencia a nuestra inclinación o desagrado por ciertos animales,
Konrad Lorenz elaboró el concepto de "esquema del cachorro". En las especies de animales superiores, la evolución ha seleccionado un comportamiento de protección por los cachorros, que pone en funcionamiento una conducta de no agresividad en relación con un pattern o esquema visual concreto: cabeza redondeada, hocico mofletudo, nariz corta, ojos grandes en posición frontal. En el animal adulto estas señales descartan el miedo y por tanto la agresión.
El animal hombre es sensible a estos estímulos, como demuestra la ternura que le despiertan los cachorros en general (humanos y no humanos) y el agrado que le causan las imágenes que recuerdan este esquema (pósters, muñecos, animales de peluche), entre las cuales destaca el clásico osito que casi todos hemos tenido.
Este concepto puede explicar el desagrado que suscitan otros animales en muchas personas. ¿Quién puede decir que le despierta ternura una serpiente, una araña o un saltamontes? Estos animales tienen la mala suerte de no tener un "rostro", ni mucho menos un "rostro de niño", y el primer instinto que suscitan en nosotros es de miedo y desconfianza por un esquema que percibimos "diferente" y por definición, "enemigo".
El gato tiene "rostro"; un hocico redondo, más bien corto, y ojos en posición frontal. Las líneas de los ojos, margen superior de la nariz, trufa y labios forman la característica "expresión sonriente" infantil, que aleja en nosotros todo miedo y toda desconfianza y despierta, por el contrario, simpatía y deseo de proximidad.
Una explicación psicológica
"El perro y el hombre fuera de casa, la gata y la mujer dentro", reza un proverbio ruso. Según algunos psicólogos, nuestro comportamiento puede ser interpretado a partir de un código afectivo que gira en torno a dos polos, el paterno y el materno.
El código afectivo paterno puede reconducirse a las modalidades de relación de tipo jerárquico, que se basan en reglas rígidas que se respetan en obsequio a una autoridad reconocida (la figura del "padre-líder de la manada").
La conducta que origina este código es típico de personas (hombres y mujeres) que sienten intensamente la autoridad, que aman el mando y la obediencia, que son más bien estrictas e intransigentes, severas y exigentes con ellas mismas y con los demás. Conciben las relaciones interpersonales según una escala jerárquica precisa, que debe ser respetada.
En líneas generales, estas personas son candidatas a convivir de modo privilegiado con el perro, que por sus características etológicas es un animal que se ajusta a su visión del mundo y de las relaciones.
El código afectivo materno entronca con la modalidad de relación más antigua en la evolución psíquica y emotiva de los individuos, que es la que tienen con la madre. La conducta que emana de este código está basada en la ternura, el cuidado, el calor y la protección. Tiene que ver con los aspectos más íntimos y profundos de nuestra personalidad, con las primeras sensaciones táctiles, auditivas, olfativas y visuales que nos han puesto en contacto con el mundo, a través de la mediación tranquilizadora de la madre.
La conducta originada por este código es típica de personas (hombres y mujeres) sensibles, flexibles, con una visión lúdica de la vida, menos sujetos al poder constituido y mas proclives al juego y a la sensualidad.
Estas personas son compañeras potenciales del gato.
En efecto, el gato no reconoce a un "dueño" al que deba rendir obediencia ciega, no responde de inmediato a nuestras órdenes y no acepta imposiciones y castigos. Pero nos acaricia y se deja acariciar, nos mima y se deja mimar, y cuando se dirige a nosotros emite un "miau-miau", nos estimula con un fonema que en todos los idiomas participa del concepto de mamá.
El maullido del gato parece hecho aposta para estimular nuestro código materno.
El gato que "amasa"
Todos hemos conocido a gatos que "amasan", frotando alternativamente las patas contra nuestro cuerpo, ronroneando fuertemente y, a veces, lamiendo nuestra piel o el pelo de nuestro jersey.
Es un comportamiento que nos sorprende y que nos enternece. Ciertamente en esos momentos la persona es para el gato o el gatito una gran madre. Pero ello no debe alegrarnos. Un gato que ha tenido una infancia feliz y equilibrada, con su madre-gata, no manifestará nunca este tipo de comportamiento, que siempre es la expresión de un malestar, de un desequilibrio emotivo, que debe relacionarse casi siempre con el estrés causado por privaciones en la primera infancia y por la pérdida precoz de la figura materna.
En la sociedad actual, no podemos pedir gatos psicológicamente equilibrados, debido al abandono masivo de estos animales. Malviven en refugios, son torturados por gente desaprensiva…. o son eutanasiados de la peor manera posible: GASEADOS a cientos.
El gato adulto que busca de una manera tan desesperada una madre es casi con toda seguridad un huérfano que no ha podido tener aquello a lo que tienen derecho los cachorros, y que muestra neuróticamente su sufrimiento.
FUENTE: "El lenguaje DEL GATO" (Conocerlo, entenderlo, interpretarlo)
AUTORA: Nicoletta Magno
© Editorial De Vecchi, S.A.U. 2004, Barcelona
A pesar de haber puesto el máximo cuidado en la redacción de esta obra, el autor o el editor no pueden de modo alguno responsabilizarse por las informaciones (fórmulas, recetas, técnicas, etc.) vertidas en el texto. Se aconseja, en el caso de problemas específicos [a menudo únicos] de cada lector en particular, que se consulte con una persona cualificada para obtener las informaciones más completas, más exactas y lo más actualizadas posible: EDITORIAL DE VECCHI, S.A.U.
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