LAS ALUMNAS Y SU GATO
En mis manos tengo una bola peluda de color blanco y negro. Unas alumnas la han encontrado junto a la orilla del río que cruza la pradera, húmeda todavía por la lluvia, y conmovidas por los lastimosos quejidos que emitía decidieron traerla a la escuela. Se trata de un gatito de pocos días de edad que evidentemente ha sido abandonado por su madre o por un humano. El animalito, aterido de frío, parece también muy débil y probablemente está enfermo, pues los ojos, que tiene todavía cerrados, supuran pus. Las alumnas me piden permiso para cuidarlo, lo que me pone en un serio compromiso.
ANTE EL DILEMA
Como biólogo me parece que el indefenso animal apenas tiene posibilidades de sobrevivir, sobre todo sin los cuidados de su madre ¿No sería preferible devolverlo de nuevo al lugar donde fue encontrado y abandonarlo a su destino? Acabar rápidamente con su vida sería quizá la solución más compasiva. Presumiblemente, nuestros esfuerzos por salvarle sólo sirvan para prolongar su agonía. Sin embargo como ser humano me siento embargado por la compasión y al igual que les sucede a mis alumnas, me gustaría hacer algo por ayudarle.
¿Seremos capaces de sustituir plenamente a su madre? De hecho, desde el momento en que las chicas trajeron al albergue a la indefensa criatura, la marcha natural de los acontecimientos había quedado interrumpida. Por otra parte podría ser un magnífico ejercicio de biología práctica; mis alumnas aprenderían así muchas cosas interesantes sobre los animales. Sin pensarlo más, decido que el gato puede quedarse en la escuela.
Al cabo de pocos días, los infatigables cuidados de las niñas han obrado un pequeño milagro: el gatito parece ya otro animal. Tan pronto como se despierta, abre los ojos para explorar el mundo que le rodea, y cuando tiene hambre, maúlla reclamando alimento. Con ayuda de un biberón le damos leche templada. Una vez satisfecho, se acomoda en la "cuna" que le hemos preparado con virutas y trapos y en seguida se queda profundamente dormido.
Durante el viaje de regreso a la ciudad, las niñas se pelean por quedarse con el gato; todas quieren llevárselo a su casa. Una vez en el lugar de destino, los padres no se muestran entusiasmados con la idea de hacerse cargo del animal.
Al final decidimos que yo me lo llevaría "provisionalmente" a mi casa. Como era de suponer, la provisionalidad se ha convertido en un estado permanente y hoy día, "Sacha", como bautizamos al gato, es, junto con un perro, varias tortugas y diversos insectos, un miembro más de mi familia zoológica. Su desarrollo es completamente normal y día tras día nos hace una exhibición de las artes y habilidades características de un gato joven. Su conducta no parece diferenciarse mucho de la de los restantes miembros de su especie.
Solamente cuando se le observa con detenimiento se da uno cuenta de que se muestra más confiado e incluso "irrespetuoso" frente a los humanos de lo que suele ser habitual entre los gatos ¿Será debido a las especiales circunstancias en las que ha crecido? No debemos olvidar que Sacha se ha desarrollado sin tener contacto con su madre, con sus hermanos o con otros gatos, es decir, no ha tenido oportunidad de aprender hábitos "gatunos". Por tanto, su comportamiento sólo puede estar determinado por rasgos "innatos" y "aprendidos de los hombres".
Esto es lo que le convierte en un gato especial, diferente, en una especie de Kaspar Hauser del reino animal. (Kaspar Hauser fue un misterioso personaje alemán que vivió entre 1812 y 1833; creció sin haber tenido relación con otras personas. Por extensión, su nombre se aplica en ocasiones a los animales que crecen sin tener contacto con otros miembros de su especie).
A mí no me molesta en absoluto que Sacha no sienta recelo ni miedo ante los humanos. Desde hace años estudio la conducta de los animales, y me interesa especialmente cómo logran entenderse entre sí, si es que lo hacen de alguna manera. Quizá Sacha me ayude en mis investigaciones. Dado que hasta ahora jamás ha estado en contacto con otros gatos y animales, los humanos son los únicos "interlocutores" con los que puede "dialogar" o ante los que puede "exponer" sus deseos ¿Puede realmente un gato comunicarse con el hombre? ¿Cómo se lleva a cabo esta comunicación? ¿Exclusivamente al modo gatuno? ¿Son capaces los gatos de aprender, o al menos de aprender a comprender, las formas de comunicación humanas? ¿Cómo se comportará Sacha cuando se encuentre con otro gato? ¿Dominará el "idioma de los gatos? ¿Puede entenderse con otros animales, como por ejemplo, mi perro?
SACHA Y PRÍNCIPE
"Príncipe", cruce de pastor y collie, no podía soportar a los gato. Cuando alguno se cruzaba en su camino, se ponía furioso, aunque nunca ha llegado a hacer daño a ninguno, quizá porque los gatos se han puesto siempre a salvo a tiempo. ¿Cómo acogió Príncipe la llegada de Sacha? Nada más verlo, lo olfateó detenidamente y a partir de entonces hizo caso omiso de él; tan sólo ocasionalmente se acercaba a la caja donde dormía el nuevo inquilino y lo olfateaba de nuevo. Al parecer había comprendido desde el primer momento que el gato había pasado a formar parte de la "familia". Por su parte, Sacha no mostró el menor temor al ver a Príncipe, lo que no dejaba de asombrar a éste. Por ejemplo, los dos solían dormir por las noches en la escalera de acceso a la casa, cada uno en su rincón.
De vez en cuando, el gato se acomodaba en el centro del lugar reservado al perro, que a todas luces resultaba demasiado grande para él. En vez de enfadarse o de intentar expulsar al gato, Príncipe tomaba las cosas con resignación y procedía a buscar otro lugar donde pasar la noche, a pesar de que ello le molestaba muchísimo, como demostraba su actitud.
Soportaba estoicamente los ataques e incitaciones de Sacha, que en más de una ocasión osó meter el hocico en su plato de comida. A pesar de todo ello el perro parecía dispuesto a mantener la paz a toda costa. Es difícil decir si la cordial relación existente entre el perro y el gato debe calificarse de amistad.
Ciertamente, cuando ambos han estado algún tiempo separados, el perro saluda a Sacha con ostensibles muestras de alegría, tal como sucede cuando el gato aparece inesperadamente durante los paseos que solemos dar Príncipe y yo. Tan prono como el perro me ve con la correa en la mano, se vuelve loco de alegría y empieza a saltar a mi alrededor, pues ello significa que nos vamos a la calle. Casi siempre, Sacha aparece por algún rincón del jardín y parece como se contagiara de la alegría del perro, pues empieza a dar volteretas, a intentar cogerme la correa o corre a esconderse entre la maleza para saltar sobre nosotros cuando pasamos delante de él.
Mientras vamos por el camino que desde el pueblo lleva a los huertos frutales y la campiña, Príncipe camina a mi lado, sin intentar soltarse de la correa. Por su parte, el gato tan pronto nos sigue a cierta distancia como nos adelanta corriendo para esconderse en algún lugar, donde nos espera. Cuando le apetece, trepa también a algún que otro árbol.
Realmente formamos un grupo un tanto insólito: un hombre, un perro y un gato juntos ¿Hasta qué punto existen lazos comunes entre nosotros?
¿Cómo puedo saber yo lo que pasa por las mentes de mis compañeros?
¿Tendrán conciencia y sentimientos? ¿O los animales son meros autómatas que actúan movidos únicamente por el instinto?.
Tanto la conciencia como los sentimientos son ámbitos inaccesibles a la investigación directa. Un animal no puede contar lo que sucede en su interior y por el momento no existe tampoco ningún aparato que nos indique lo que piensa o lo que siente un animal. Por otra parte, si tratamos de imaginarnos lo que sucede en el interior de un animal, corremos el peligro de humanizar nuestras conclusiones, lo que sin duda hacemos inconscientemente.
Mi descripción de Príncipe y Sacha contiene un sinnúmero de tales humanizaciones: "furioso", "sin miedo", "estoicamente", "loco de alegría". Sin darme cuenta, traslado a los animales las conclusiones que obtengo de la conducta y de los sentimientos humanos. ¡Ojalá supiéramos lo que pasa por las mentes animales! Para los humanos es mucho más fácil, pues gracias al lenguaje y a la mímica podemos comunicar a los demás nuestros pensamientos, sentimientos y sensaciones. Sería estupendo que los animales pudieran comunicarse con nosotros igual que nosotros nos comunicamos con nuestros semejantes.
Mi perro me empuja con el hocico, ladra y tira de la correa ¿Que quiere decirme con ello? ¿Acaso quiere imitar a sus antecesores salvajes, los lobos, y salir en persecución de los corzos, a los que hemos sorprendido
y que ahora huyen ladera arriba hacia la espesura del bosque? El perro se habría entendido perfectamente con otro congénere, tal como se entienden los lobos para dividir la manada. Como si se tratara de un equipo bien entrenado, los lobos emplean ese truco para cortar el camino a su presa.
¿En qué animales debemos basar nuestras investigaciones?
¿Acaso en Príncipe y Sacha? ¿En los caracoles comunes?
¿En las hormigas? ¿O tal vez en los corzos que habitan los linderos del bosque o en los lobos que cazan en manada?
La Tierra está habitada por más de un millón de especies animales diferentes y continuamente se descubre una nueva, sobre todo entre los insectos ¿Por dónde debemos empezar ante semejante cúmulo de posibilidades?
¿Cómo debemos proceder en esta investigación? Para responder a esta pregunta necesitaríamos saber para qué se ponen en contacto los animales, de lo que entonces podríamos deducir sobre qué "hablan".
Si supiéramos cómo se entienden los animales, qué medios de expresión utilizan para "intercambiarse información", podríamos averiguar qué se dicen en su idioma.
FUENTE: "COMO SE COMUNICAN LOS ANIMALES
Versión española del volumen siete Wie Tiere sich verständingen de la colección origina alemana Dynamische Biologie, publicado por Otto
Maier Verlag, Ravensburg.
AUTOR: HERIBERT SCHMID, nació en Kholberg (Alemania) en 1927 y estudió biología, química y geología en Tubinga. Ha sido director de estudios de estas asignaturas en el Instituto de Metzigen.
© 1988 Salvat Editores, S.A., Barcelona
BIBLIOTECA CIENTÍFICA SALVAT
© Otto Maier Verlag, Ravensburg
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