sábado, 8 de marzo de 2014



UN PRODIGIO DE NARICES.







En medio del enmarañado soto, el perro pastor Ajax seguía el rastro del "delincuente". Con su hocico a ras de suelo, olfateando constantemente, caminó unos veinte metros hacia la izquierda, pero dio luego media vuelta y siguió el rastro en dirección contraria, hasta descubrir, media hora más tarde, al "delincuente" escondido en un matorral.





"¡Fíjese, señor profesor! dijo el experto en conducta animal, quien había seguido a Ajax . Esta es la mejor demostración de que el perro no ha olfateado el rastro sino que lo ha percibido con otro sentido, aún desconocido por nosotros. Porque el animal, sólo por su olfato, no podía determinar si la pista discurría de derecha a izquierda o a la inversa."





Este experimento, que tuvo lugar en la década de los años cincuenta, le planteó un grave problema al profesor Walter Neuhaus, de la Universidad de Erlangen. Como especialista en hocicos caninos, siempre había considerado como algo lógico y natural que los perros reconociesen y siguiesen los rastros gracias a su olfato. ¿No será quizá tan lógica y natural esta idea, como siempre se había creído?





El experto en conducta animal expuso ahora su segundo argumento contra la ciencia: "¡Yo puedo ponerme ahora las botas de goma. El olor, con toda certeza, no atraviesa la goma y el perro, sin embargo, encontrará mi rastro!" El experimento realizado confirmó la aseveración. Con el fin de investigar tan sorprendente fenómeno, el profesor Neuhaus inició los trabajos necesarios para investigar una vez más, y hasta el más mínimo detalle, todo este complejo problema de la detección del rastro.
Para expresarlo en pocas palabras: el profesor deseaba demostrarle al experto en conducta animal que andaba equivocado, replicándole con nuevas y sorprendentes realidades.





Cuando una persona camina con los pies descalzos por un terreno cualquiera, con cada paso que da pierde, aproximadamente, unas cuatro mil millonésimas de gramo de olores caprílicos. Parece como si tal cantidad fuese una menudencia, una insignificancia. Pero es muchísima si contamos las moléculas olorosas que deja cada pisada: ¡muchos billones!
Los zapatos de piel evitan algo, pero así y todo, con cada paso se imprimen en el suelo algunos miles de millones de moléculas de ácido butírico; una cantidad que todo perro rastreador será capaz de percibir fácilmente con su olfato.





Los zapatos de goma impiden más aún su paso, pero no del todo. A través de una goma de 0,2 mm de espesor de un zapato recién estrenado, el olor del pie la atravesará en sólo ocho minutos. Una goma  de 2 centímetros de grueso se impregna de sustancias olorosas, como si fuese una esponja en 38 horas. La nariz humana no lo percibe, pero un perro lo huele perfectamente. Todo lo expuesto viene a demostrar que aquí no está en juego nada "sobrenatural" sino, única y exclusivamente, un sentido del olfato ultrafino.






¿Cómo puede ser que el humano, con su gran y pronunciada nariz huela mucho menos que un perro? Respuesta: porque su nariz dispone, en primer lugar, de una especie de precalentado de aire y, en segundo, es además un "caldo de cultivo ideal para los constipados", de forma que sólo una mínima parte, por mucho que ello pudiere sorprender, es realmente órgano olfatorio.






El área olfativa de la nariz de una persona, es de sólo 5 centímetros cuadrados. El área olfativa de la nariz de un perro pastor, es por el contrario de 150 centímetros cuadrados, pero más acusadas son aún las desproporciones si nos atenemos al número de células nerviosas olfatorias:


* Ser humano        =        5 millones
* Perro raposeo    =    125 millones
* Foxterrier           =    147 millones
* Perro pastor       =    220 millones






Si se comparan las cifras reseñadas, podría deducirse que un perro pastor huele 44 veces mejor que una persona. Ahora bien, este cálculo sería una especie de "cuento de la lechera" ¡La capacidad olfativa de un perro es, en realidad, un millón de veces mayor! Por consiguiente, el secreto del hocico canino no reside únicamente en la incalculable concentración de estas células sensoriales sino sobre todo en la forma en que ejercen su función.





Con una nariz semejante, los perros son capaces de lograr resultados extraordinarios. Los agentes de aduanas utilizan perros especialmente adiestrados para detectar la presencia de distintas sustancias. Con estos perros resulta innecesario abrir la maleta. Una aspiración del perro frente a la cerradura de una maleta es suficiente; incluso en el caso de que el contrabando estuviera encerrado en una caja metálica, porque el olor se delata a través de unos poros microscópicamente pequeños.





Famosos son los perros rastreadores en casos de aludes de nieve, quienes detectan la presencia de la persona enterrada bajo una capa de varios metros de nieve, debido al que el olor humano atraviesa estas gruesas capas de nieve. 





Un turista que había viajado por África narró una historia verdaderamente extraordinaria acerca del rastreo de los perros: él había llegado al hotel en que debía hospedarse, el equipaje le había sido subido a la habitación, mientras él permanecía en el bar bebiendo unos cinco o seis whiskys. En el momento de despedirse para subir a su habitación, un gigantesco perro de Terranova saltó de detrás del mostrador para acompañarle hasta la habitación, siguiendo cada uno de sus pasos.





¿Cuál era el número de la habitación? ¿Cómo se llegaba a ella? 
¿Por aquí, a la derecha? El perro de un salto, le impidió continuar aquel camino, mientras empezaba a gruñir, como si estuviese enfadado. ¡Ahora lo veo, ésta es una habitación "privada"! Lo dice el letrero, lo puedo leer. 
Por lo tanto, media vuelta. Ahora sí, ésta es la habitación: la número 22. El turista la recordó en el instante justo. Apenas había abierto la puerta, cuando el gigantesco terranova penetró en la habitación, corrió hacia el equipaje, olfateó, olfateó luego al huésped del hotel, olfateó una vez más las maletas, y se alejó parsimoniosamente, mientras agitaba satisfecho la cola.





¿Qué habría sucedido de no coincidir el olor de las maletas con el del huésped? Mejor no pensarlo. "No, ladrones de hotel no existen en este lugar [le confirmó el jefe de recepción], por lo menos no desde que el perro presta sus servicios."





No existen dos personas que posean idéntico olor, ni siquiera los gemelos univitelinos. Pero algunos perros, perfectamente adiestrados, sí son capaces de distinguirlos. Un perfumista calculó que una persona especializada, y además experimentada, sería capaz de distinguir entre un mínimo de 30.000 matices aromáticos, pero un perro, si pudiese hablar, diría que existen tantos olores como personas, perros, gatos, conejos, corzos, es decir, tantos como seres "olorosos" existen en toda la redondez de la Tierra; y muchos más aún.





Y ahora viene lo que había desconcertado tanto al experto en conducta animal y también al profesor Neuhaus: los diferentes componentes en el olor de una pisada se volatilizan a diferentes velocidades. Al cabo de poquísimos segundos, la "imagen olorosa" de una pisada se ha modificado tanto que un perro es capaz de percibirla después de recorrer una distancia  de unos veinte metros, para concretar entonces la dirección en que ha caminado o  corrido el perseguido humano, conejo o ciervo.






Gracias a un truco, el profesor Neuhaus consiguió triplicar la capacidad olfativa de los perros por encima del nivel de lo aquí reseñado. A cada uno de sus animales les incorporó un gramo de ácido graso en su respectiva comida. Al cabo de unas dos horas, la capacidad olfativa de los perros había empeorado considerablemente. Pero a los cuatro o cinco días eran capaces de olfatear tres veces mejor todos los objetos que contuviesen ácidos grasos.





Tanto para los perros como para los lobos salvajes, este fenómeno posee una importancia vital: cuatro días después de que un lobo haya comido algo, es decir, que haya ingerido también un poco de ácido graso, se ve obligado a buscar más alimento. Y es precisamente en este período de tiempo cuando su acrecentada capacidad olfativa le ayuda a descubrir y perseguir incluso rastros antiguos, ya casi borrados.








FUENTE: "La Magia de los sentidos en el reino animal"

AUTOR: Vitus B. Dröscher, zoólogo, nacido en Leipzig.
Ha sido galardonado con el premio Theodor-Wolff. También ha sido galardonado con la Medalla de Oro de la Recherche de la qualité que otorga la Ordre de Saint Fortunat de Poitiers.

©  Paul Liot Verlag KG, Münich, 1966
© Editorial Planeta, S.A., 1987, Barcelona.

Colección Al filo del tiempo.















No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si tienes algún comentario no dudes en hacerlo. Gracias.