Un perro se pregunta: Quiero ser el jefe de la manada humana ¿Cómo puedo conseguirlo?
Mr. Bruce Fogle, es doctor en veterinaria y miembro del Royal College of Veterinary Surgeons del Reino Unido. Además es conferenciante sobre conducta animal en facultades de veterinaria de todo el mundo.
Desobedeciendo. Incluso el perro más pequeño, el más insignificante, puede llegar a ser el jefe de la manada humana, eso está tirado..., las personas son muy fáciles de convencer.
La gente no suele darse cuenta de los primeros síntomas indicativos del intento de un perro de convertirse en el jefe de la manada. Les parece muy mono cuando, como cachorro que es, gruñe a la gente, y no se preocupan cuando por primera vez hace caso omiso de una orden de "¡Ven aquí!" y sigue ocupado en sus cosas. Asimismo, le ofrecen gustosamente alguna otra cosa de comer cuando rehúsa lo que se le ha dado.
El liderazgo de la manada puede obtenerse sin mostrar una actitud abiertamente agresiva. Los perros pequeños, por ejemplo, pueden importunar hasta que se les coge, saltando sobre los muebles o reptando entre las ropas de las camas. Haciendo estas cosas se convierten en los que de verdad deciden. A pesar de su aspecto delicado, estos perros pueden convertirse en verdaderos dictadores. Su táctica tiene tanto éxito que algunas personas alteran totalmente su forma de vida: contratan cuidadores de perros cuando salen por la noche y evitan las vacaciones anuales para que su perro no tenga que ir a una residencia canina
Como animales de manada que son, los perros se sienten mejor sabiendo qué lugar ocupan en la jerarquía de la manada. Aunque sexo, tamaño y raza son factores significativos, cualquier perro tiene potencial suficiente para convertirse en el jefe de la manada. La gente suele estar preparada psicológicamente para defender su posición de liderazgo frente a candidatos obvios -un musculoso Maciste, por ejemplo- pero bajan la guardia cuando se enfrentan a retos menos evidentes.
Josefina, la esposa de Napoleón, era gran amante de los Carlinos, los que no dejaban subir a la cama al mismísimo Napoleón. El emperador odiaba a los perros en general, y fue salvado de ser ahogado por un Mastín. Nunca hizo daño a ninguno.
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