jueves, 10 de octubre de 2013
LA DANZA DE LAS ABEJAS
Las abejas de la miel proporcionan a los humanos algo más que dulzura natural y la expresión "ocupado como una abeja". También ofrecen un singular ejemplo de la comunicación de información sobre objetos que no están al alcance de la mano. Algunas personas dicen que las abejas, a pesar de su simplicidad, proporcionan el único ejemplo de comunicación simbólica entre los animales no humanos.
Mientras muchos insectos limitan su vida social a un rápido apareamiento, las abejas melíferas y algunos de sus parientes, al igual que las termitas, forman sociedades en las que existe división de trabajo y cooperación. En muchas especies la cooperación requiere algún tipo de comunicación, y la danza de las abejas proporciona el ejemplo arquetípico. Una sola abeja trabajadora (por cierto, todas las abejas son hembras) que encuentre una rica fuente de néctar, después de libar el alimento, emprende el vuelo de regreso a la colmena.
Poco tiempo después, docenas de compañeras trabajadoras se dirigen sin vacilación hacia el lugar donde se encuentra el néctar. ¿Cómo encuentran las reclutas la fuente de alimento? Esta cuestión ha inquietado a los naturalistas desde el tiempo de Aristóteles. A principios del Siglo XX, un biólogo austríaco, Karl von Frisch, empezó a estudiar a las abejas en serio. Colocó un cuenco de agua azucarada cerca de la colmena y al aproximarse la primera abeja la marcó con una gota de pintura para poder reconocerla cuando regresara a su hogar.
Al principio, von Frisch le pareció que las reclutas sólo buscaban el olor que inadvertidamente habían traído de vuelta a la colmena las abejas exploradoras. Pero también advirtió una intensa actividad entre las abejas que habían regresado y empezó a observarlas detenidamente.
Las que volvían de fuentes de aprovisionamiento de agua dulce ubicadas cerca de la colmena recorrían el panal describiendo agitados círculos (la danza circular). Las que traían polen de flores alejadas de la colmena danzaban dibujando la silueta de un ocho. Von Frisch denominó a estas conductas la danza del néctar y la danza del polen respectivamente.
Pero en un estudio posterior, empezó a tomar forma una nueva idea: la intensa actividad de las abejas exploradoras al regresar a la colmena comunicaba algo más que la simple excitación o información sobre el tipo de alimento. Alejó la fuente de aprovisionamiento a distancias cada vez mayores de la colmena, y determinó que cuando el alimento y la colmena estaban separados entre 46 y 91 m las recolectoras de néctar empezaban a bailar la danza del polen en figura de ocho. Von Frisch llegó a la conclusión de que esta danza (danza de coleteo o en ocho) estaba relacionada con la distancia a las fuentes de alimento, no con el tipo de alimento.
Las abejas iban de aquí para allá con resolución, produciendo un ruido estridente con las alas y contoneando sus abdómenes. Realizaban la danza en línea recta y después giraban de vuelta hacia el punto de partida, primero hacia la izquierda, después hacia la derecha. Von Frisch descubrió que la velocidad del movimiento y la línea recta central comunicaban la distancia hasta la fuente de alimento y la dirección en la que ésta se encontraba a las trabajadoras apiñadas alrededor de las exploradoras.
En una colmena horizontal, la línea recta que las abejas describen durante la danza del abdomen indica directamente la dirección en la que se encuentran las flores llenas de néctar. La velocidad del contoneo y el número de círculos descritos por minuto indican la distancia que hay que recorrer desde la colmena hasta las flores. Sin embargo, muchas colmenas están formadas por panales verticales. ¿Cómo señala una exploradora en este caso la dirección correcta?
En lugar de indicar la dirección desde la colmena, estos insectos se orientan según la gravedad, es decir, el ángulo entre el segmento recto de la danza (que indica la dirección del movimiento) y la vertical hacia arriba es igual al que existe entre la fuente de alimento y el sol. De este modo, cuarenta y cinco grados hacia la derecha de la vertical se traducen en cuarenta y cinco grados hacia la derecha del sol. Las abejas exploradoras incluso pueden registrar el aparente movimiento del sol durante todo el día.
Una cosa que las abejas no pueden percibir, sin embargo, es la reorientación de su colmena. Normalmente las abejas construyen su colmena en los árboles, por lo que no tiene mucho sentido que desarrollen la habilidad de orientarse con respecto a una colmena que contínuamente se esté moviendo. No obstante, los investigadores pueden trasladar fácilmente una colmena a una caja de modo que la entrada se abra en una dirección diferente. En este caso, las abejas se desorientan mucho y de ningún modo pueden entender la información sobre la dirección contenida en la danza.
Pero ¿cómo perciben las abejas la danza? El interior de la colmena es un lugar oscuro, por lo que las obreras que se agolpan alrededor de la danzarina no la pueden ver. Las investigaciones señalan que es poco probable que las abejas puedan sentir la febril danza a través de sus patas. Michelsen sospecha que las abejas perciben las corrientes de aire que envían el abdomen y las alas de la danzarina al moverse.
Michelsen puso de relieve que la parte de contoneo del abdomen era el factor clave que comunicaba la dirección. Los semicírculos estereotipados, en los que la abeja vuelve al punto de partida, puede que ayuden a las abejas de alrededor a orientarse sobre dónde se producirá el siguiente contoneo. El Doctor Michelsen inventó una abeja robot y cree que a su abeja-robot le falta un cierto grado de sutileza para transmitir las pistas que indican la distancia, y quizá, incluso proporciona información contradictoria.
Otros investigadores han demostrado que sólo un reducido número de abejas, las que mantienen sus cabezas muy cerca de la danzarina, captan el mensaje. Las obreras más alejadas deben esperar su turno para acercarse lo suficiente e interpretar la danza.
Otras investigaciones han afianzado la suposición del Doctor Michelsen de que las abejas pueden usar sus antenas para "oír" las vibraciones del aire alrededor de la danzarina. Si sus dos antenas no están intactas y funcionando, las abejas no pueden interpretar la información sobre distancia y dirección que transmite su sorprendente danza.
¿Sabías que los apicultores utilizan a las abejas como si de una explotación de vacas se tratara?
FUENTE: "EL LENGUAJE DE LOS ANIMALES"
AUTOR: STEPHEN HART
EDICIONES OMEGA, S.A. (Barcelona)
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