jueves, 21 de noviembre de 2013



ALEX, EL LORO HABLADOR.





Los seres humanos han estado fascinados con el canto de las aves probablemente desde que en nuestros antepasados se desarrolló la capacidad de estar fascinado. Al principio, escuchar a las aves y apreciarlas siempre derivaba en la obtención de alimento [la propia ave, sus huevos o su comida]. Más tarde, el canto de las aves se convirtió en una forma de arte natural que hoy aún apreciamos. Pero no hay nada más divertido que escuchar el sonido de nuestras propias palabras.





Desde Aristóteles. la gente sabía que los loros pueden repetir palabras. Varias especies pueden imitar el habla humana, desde un simple "hola" hasta "Polly quiere una galleta".





Sin embargo, ¿podemos afirmar que la imitación implica la comprensión de aquello que se está diciendo? En el verano de 1977, Irene Pepperberg, de la Universidad de Arizona, decidió explorar la habilidad de los loros de imitar el habla humana como una herramienta para entender lo que éstos son capaces de decir. Seleccionó del grupo de aves que hablan a una especie campeona, el loro gris africano, concretamente a un loro llamado Alex, que sabe más de 100 palabras.





            Loro gris africano, el más inteligente de esta especie.



Pepperberg descubrió que Álex podía hacer mucho más que aprender un centenar de palabras, entre ellas 90 nombres de objetos. También podía responder preguntas. Pepperberg pregunta: "¿Qué es esto?" (sostiene una llave verde). "Llave verde", responde Álex. Pepperberg le enseña un bloque pentagonal de madera de color azul y pregunta: "¿De qué color es?, y Álex contesta: "Madera azul". Pero si por el contrario, ella pregunta: "¿Qué forma tiene"?, Álex responde:  "Madera de cinco esquinas". (Parece ser que la palabra "pentagonal" está más allá de la capacidad de comprensión de Álex). Álex también puede coger una llave roja de entre una colección formada por objetos rojos que no son llaves y llaves que son rojas.






Las aves, según parece, pueden llevar la cuenta de una serie de elementos bastante bien. Los científicos creen que los cuervos llevan la cuenta del número de graznidos que oyen y de su ritmo para identificarse unos a otros. Pepperberg compara la habilidad de las aves para cantar con la manera en que nosotros cantamos Gloria in excelsos Deo, sin contar de forma consciente el número de "o-o-os". Para las aves cantoras, el ritmo es un componente crítico del canto, en el que están implicados el número, la secuencia y la duración de las notas.




                                       Cuervo: Ave muy inteligente.


Pepperberg nos mostró (a nosotros) una desconcertante colección de objetos: palo de madera para mirar la garganta, carretes y tazas de metal, papel y plástico entre otras cosas. Cada objeto se incluía en una categoría de color (rosa, verde, púrpura, amarillo, naranja y gris). 
Pepperberg y sus estudiantes la preguntaban a Álex: "¿Cuántas tazas azules hay?" o "¿Cuántas llaves naranjas?". En cada prueba, los investigadores colocaban en orden los objetos para averiguar la habilidad de Álex para contar un número concreto, empezando con un objeto y avanzando hasta llegar a seis. Álex contestó más del 83% de las preguntas correctamente. Cometía el mismo número de errores cualquiera que fuera el número de objetos que le pedían que contara.




Pepperberg afirma que a menos que la habilidad de Álex de seleccionar visualmente los objetos que cumplían el requisito y percibir el total sin tener que contarlos excediera enormemente la nuestra, Álex cuenta del mismo modo que lo hacemos nosotros.





Pepperberg establece con cautela algunos paralelismos entre el modo en que Álex aprende y el modo en que lo hacen los niños que todavía no hablan. Los niños hablan consigo mismos cuando están en compañía de adultos y de otros niños. También lo hacen cuando están solos, a menudo practicando palabras que acaban de oír. Álex también practicaba cuando estaba solo: Pepperberg registró las vocalizaciones de Álex cada noche después de que sus entrenadores se fueran.





En esos monólogos, Álex practicaba palabras que sus entrenadores le habían enseñado durante el día, palabras que nunca había pronunciado antes. A menudo Álex también se decía palabras a sí mismo antes de usarlas para responder a los entrenadores.




Álex siempre practicaba de forma privada antes de que las palabras formaran parte de su vocavulario.  








FUENTE: "El lenguaje de los animales". 

AUTOR: Stephen Hart

ALIANZA EDITORIAL, S.A., Madrid

Prólogo de Frans B.M. de Waal
Departamento de Psicología, Yerkes Regional Primate Research Center,
Emory University, Atlanta.





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