viernes, 22 de noviembre de 2013




DISCIPLINA: ¿BRUTAL O AMABLE?





Los perros necesitan que se les dirija. Antiguamente esa dirección solía proceder de otros perros; hoy día acuden a sus dueños para que les indiquen qué hacer y cómo actuar.





A nadie le gusta ser el malo de la película. Siempre que sacamos de la cama a nuestro perro en una fría noche de invierno, o tiramos de la correa hacia la izquierda cuando él desea desesperadamente ir a la derecha, experimentamos un sentimiento de culpabilidad. Enseñar obediencia y dar reprimendas lleva tiempo y es agotador, y a menudo resulta un fastidio para el perro. ¿A quién le gusta decir "no" al mejor amigo del hombre?





Mucha gente no se siente a gusto haciendo las veces de sargento ¿Que el perro se sube en el sofá? Nada que una aspiradora no pueda arreglar ¿Que saquea la basura? Pues se cierra la bolsa mejor y se esconde el cubo en el armario ¿Que se sube encima de los amigos? Basta con advertir de ello y rogar para que todo salga bien





Pero nunca sale bien. A menos que se enseñe a un perro lo que debe y lo que no debe hacer, éste se verá obligado a crear sus propias normas, que no coincidirán con las nuestras. Además, los perros sin disciplina tienden a ser perros sin amigos; cuando pasear por el barrio es un continuo tirar de la correa, los propietarios se vuelven reacios a los paseos; a los perros que saltan sobre desconocidos no se les lleva a los parques públicos muy a menudo; y los ladradores frenéticos serán los parias del vecindario.






LA NECESIDAD DE LÍDERES
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Pese a nuestra natural reticencia a supervisar o reprender, los perros necesitan disciplina (sin violencia física). Durante 40 millones de años, los perros vivieron, jugaron, cazaron y crecieron en el seno de grupos muy bien organizados, dirigidos por unos líderes llamados perros alfa, que dictaban las normas de conducta y de supervivencia. Los perros alfa podían ser severos y exigentes, pero siempre miraban por el bien del grupo y el resto de perros entendía y aceptaba ese hecho.




La disciplina adecuada es siempre amistosa. El perro establece estrechos vínculos con las personas y desea complacerlas. Por eso, la mayoría de las veces, más que reprimendas lo que necesitan son amables recordatorios con premio.





Hoy día muchos perros no han visto nunca un bosque [aún menos han vivido en uno], por lo que su necesidad de un líder es todavía mayor. Al no existir otros perros a los que obedecer, buscan nuestra guía, y no porque seamos más grandes o más inteligentes, sino porque, como los antiguos perros alfa, nosotros somos quienes controlamos todos sus actos. 





Llevamos la comida a casa, la administramos, decidimos cuándo pueden acompañarnos en la mesa o se quedan fuera de una habitación, y damos comienzo al juego o insistimos en que se queden quietos. A los ojos de nuestros perros, somos claramente los líderes del grupo, asumamos o no la responsabilidad que dicho cargo conlleva.





"Ser un líder implica más que dar órdenes e imponer disciplina", afirma la doctora Suzanne Hetts, especialista en conducta animal en Littleton, Colorado. Supone sobre todo establecer claramente qué es aceptable y qué no lo es. La sociedad humana es tremendamente confusa para los perros pero ellos nos observan continuamente con mucha atención para obtener pistas.





Por ejemplo, cuando alguien llama a la puerta, el perro no sabe con certeza si el visitante es amigo o enemigo ¿Debe ponerse a ladrar como un loco o ha de mover la cola? El perro no puede saberlo a menos que su humano se lo indique.





"El perro necesita interacción, dirección y organización", explica el doctor Ian Dunbar, experto en conducta animal de Berkeley, California. "Necesita rituales y le gusta conocer el status quo". En definitiva, lo que más requiere es una guía y saber cuáles son las reglas. Precisa disciplina y no será feliz a menos que la obtenga.





Hasta hace poco, la mayoría de los perros aprendía disciplina con métodos erróneos. Los adiestradores y otros expertos en animales (junto con muchos psicólogos) creían en el dicho de que quien bien te quiere, te hará llorar. El objetivo primordial del adiestramiento era poner al perro en su lugar y algunas de las tácticas empleadas para ello podían ser bastante crueles. El perro aprendía disciplina, sin duda, pero también aprendía a temer al castigo e incluso, en muchos casos, a temer a su propio amo.




Muchos perros se ven abocados al abandono porque sus humanos no saben qué hacer con ellos. Son incapaces de enseñarles nada.


ENSEÑAR CON TACTO
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Muchas de las tácticas de adiestramiento canino  provienen de instructores militares alemanes o estadounidenses. Solía tratarse al perro como a un recluta que debía cumplir las órdenes (o los gritos) de un severo sargento de instrucción bajo amenaza de ser sometido a un consejo de guerra. En lugar de ser recompensados por su buena conducta, se les castigaba cuando hacían algo mal.





El adiestramiento a la antigua usanza suponía mucha disciplina física. Los entrenadores pensaban que las personas debían actuar como los perros alfa para imponer sus normas. Analicemos una técnica llamada papel alfa. A menudo se aconsejaba al amo que castigase a su perro obligándolo a enroscarse y a permanecer así. Físicamente resulta muy incómodo; emocionalmente también, ya que se fuerza al perro a adoptar una postura de sumisión.





Los collares de ahogo son otra forma de castigo. Están diseñados para apretar el cuello del perro cuando su amo tire de la correa. Al notar la presión en el cuello, el animal sabe que hace algo mal. Si se usan correctamente, estos collares no son nocivos y muchos adiestradores aún los aconsejan. Sin embargo, a menudo se recomienda tirar de la correa muy fuerte para que el collar reduzca u obstruya el paso del aire cuando el perro ladre, salte sobre la gente, tire de la correa o realice cualquier otra acción que "merezca" una rápida reprimenda.




Hoy la mayoría de los expertos no ve con buenos ojos estos métodos de adiestramiento anticuados, no solo porque son crueles sino porque las teorías en que se basan son del todo erróneas. Es cierto que los perros buscan la guía de sus líderes y esos líderes, en los antiguos grupos, podían imponer una dura disciplina. "Pero los perros alfa no eran tan sólo tipos duros [explica el Dr. Dunbar]. Los perros de más alto rango solían premiar a los de más baja categoría. Solían ejercer un control mental, no físico".





Los expertos llegaron a la conclusión de que los perros son animales inteligentes y sensibles que no merecen castigos físicos. De hecho, responden mucho mejor al aprecio y la amabilidad. Enseñar disciplina a un perro es sencillo dada su natural tendencia a ser complaciente. Sólo necesitan saber qué queremos y qué no.





DISCIPLINA AMABLE
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Cualquiera que conozca un poco a los perros sabrá lo complacientes que son.  Les encanta comer y salir de paseo, pero lo que más desean es el amor y la aprobación de sus humanos. "Cuando entienden qué quieren las personas, hacen todo lo posible para complacerlas", apunta el Dr. Hetts. Tanto para enseñar a su perro normas de obediencia básicas como para corregir sus errores, obtendrá mejores resultados si le ayuda a entender qué espera exactamente de él. Castigar la mala conducta sencillamente no es necesario.





Enseñar qué está bien. A pesar de que los perros han convivido con el ser humano durante miles de años, sus impulsos son muy distintos a los nuestros. Tienden a realizar de manera espontánea lo que creen que es correcto y piensan que todo el mundo tiene la misma noción que ellos de lo que está "bien". Cuando comprenden que las personas esperan cosas diferentes, están más que contentos de poder complacerlas.





Por ejemplo, supongamos que quiere enseñar a su perro a caminar atado. En lugar de tirar de la correa cuando se dispone a hacer sus necesidades o cuando se equivoca de dirección, ayúdelo a entender que debe seguirlo a usted. "Cada dos kilómetros, quédese quieto y ordene a su perro que se siente", aconseja el doctor Dunbar. "No se mueva hasta que obedezca. Después dígale '¡buen chico!' y prémielo. Al final comprobará que su perro se sienta siempre que deja de caminar, ya que entenderá que usted controla la situación cuando lo lleva atado".





Ignorar lo que está mal. Los perros no son angelitos. Siempre hacen cosas que no deberían porque no saben cómo comportarse mejor o porque no pueden resistirse a la tentación. El castigo no es necesario en  ninguno de los casos. De hecho, no debe prestar ningún tipo de atención a las fechorías; lo que debe hacer es animar a su perro a que haga algo que esté bien.





Imagine que a su perro le gusta abordar a la gente que entra por la puerta. En lugar de tirar del collar cada vez que lo hace, urda un plan. Antes de abrir la puerta, ordénele que se siente. Espere unos segundos para asegurarse de que se queda quieto y, acto seguido, recompénselo y déle algo de comer. Los perros no son tontos y aprenden rápido que ciertos tipos de conducta [en este caso sentarse cuando alguien entra por la puerta] cuentan con su aprobación. Verá como adquiere los hábitos que usted premia.






Enseñar con dulzura.  "Olvidemos la idea de que debemos dominar por completo a nuestro perro", señala el Dr. Dunbar, no hay motivo para exigirle la precisión de un reloj o una obediencia total. "Los perros responden muy bien a la ternura y la paciencia, así como a la diversión, afirma el doctor. Siempre y cuando sea coherente con lo que ordena [por ejemplo, no dejarle subirse nunca al sofá, en lugar de prohibírselo sólo en ocasiones], el perro intentará acatar sus órdenes. Si Vd. es coherente (o sube al sofá, o no sube nunca), el resto es pan comido.






TRUCO
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Todo perro aprecia ciertos objetos, recompensas e incluso palabras por encima de cualquier otra cosa. A la mayoría de los perros les apasiona la comida, ¡cómo no! Algunos adoran las pelotas de tenis; a otros les encanta que les lancen palos o que les acaricien las orejas. Elabore una lista con las cosas que más le gustan a su perro. "Cuando quiera enseñarle algo nuevo o recompensarle por un buen trabajo, haga uso de sus premios favoritos", explica el doctor Dunbar. Con una lista de 10 ó 20 objetos logrará que cada premio sea especial y variado, y que valga la pena conseguirlo.





También puede utilizar el concepto de recompensa para mejorar la conducta de su perro. Cada perro tiene una palabra favorita, como "pelota" o "galleta". Cuando desee que abandone una conducta, pronuncie su palabra preferida para que centre su atención en usted esperando obtener algo bueno. Entonces debe premiarlo.  No resulta fácil para un perro concentrarse cuando está fuera de casa. La comida es un excelente modo de captar su atención. El perro aprende a centrar la atención en su humano porque éste lo premia cuando hace lo que le ordena.









FUENTE: "Manual de educación canina" (Guía completa de los buenos modales).

COLABORADORES: Sheree Crute, Susan Easterley, Tony Farrell, 
Susan McCollough, Christian Millman, Jana Murphy, Amy D. Shojai.

REDACCIÓN: Mattew Hoffman

Könemann Verlagsgesellschaft mbH
Colonia, Alemania.







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