LA COSTUMBRE versus LA ÉTICA
Ayer,
regresaba a casa cuando me encontré con un gato callejero en el rellano
que da acceso a la misma. Como llevaba
pienso para Teseo, mi gato y amigo, abrí una caja y le puse una cantidad del
mismo al gato hambriento que tenía delante. Oigo que gritan a mi espalda “Eso
es inmoral. ¡Con tanto niño que pasa hambre!”.
Me volví hacia atrás lo justo para ver que se trataba de Eusebio, buen vecino y
mejor persona. No dije nada y entré en
casa. Pero me dio qué pensar.
La historia y la experiencia me han enseñado que en esta juntura de hilillos que llaman España la mirada acendrada sobre los animales puede dividirse en dos especies, ambas crueles y sin miramiento hacia la sensibilidad del animal, incluido el llamado humano.
De costumbre los animales son tenidos en cuenta bien como utillaje para las labores que se toma el humano; bien como objeto viviente en el que descargar los impulsos más crueles y asesinos que pululan en el ser humano. De ahí actos “culturales” como corridas de toros, festejos populares con todo tipo de animales, etc. Sí, esa mirada es humana. Harto humana.
Claro que hay muchos niños y mayores que pasan hambre. Organizaciones sociales y comunitarias intentan hacer frente a esa realidad también humana y harto humana. Yo participo en esas labores. Ayudar a humanos y animales no está reñido con la lógica. Aquí sí lo está con las costumbres de ahí lo de inmoral espetado por Eusebio ante mi acto hacia el gato callejero.
Sí, sé que mi acto tiene más que ver con la ética que con la moralidad. Pero no estoy para filosofadas. Sólo quiero dejar en claro que mientras no cambiemos nuestra forma de decir y hacer, este mundo en que vivimos seguirá siendo un barco lleno de zombis que mecen sus sueños con acordes de la más rancia moralidad.
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