domingo, 10 de noviembre de 2013



EL PERRO: EXPERTO EN COMPORTAMIENTO HUMANO







La mirada del perro es un examen, un reconocimiento: una mirada a otra criatura animal (nosotros). El perro nos ve, lo que tal vez implique que piensan en  nosotros [y nos gusta que se nos considere]. En ese momento en que compartimos las miradas nos preguntamos, naturalmente, ¿piensa el perro en mí  como yo pienso en él? ¿Qué sabe de mí?





Los perros nos conocen, probablemente mucho mejor que nosotros a ellos. Se dedican a escucharnos y a observarnos a escondidas: admitidos en la intimidad de nuestras habitaciones, se fijan en silencio en todos nuestros movimientos. Saben de nuestras idas y venidas. Llegan a conocer nuestras costumbres: cuánto tiempo nos pasamos en el cuarto de baño, cuánto delante del televisor. Saben con quién dormimos, qué comemos, de qué comida abusamos, con quién nos acostamos en exceso.






Nos miran como ningún otro animal nos mira. Compartimos la casa con innumerables ratones, miriápodos y ácaros: ninguno se preocupa siquiera de observarnos. Abrimos la puerta a palomas, ardillas y todo un surtido de insectos voladores; apenas se dan cuenta de que existimos. Los perros, en cambio, nos miran desde el otro extremo de la habitación, desde la ventana y por el rabillo del ojo. Una observación posible gracias a una habilidad sutil pero de gran fuerza que empieza con la simple visión.





ESTERILIZANDO A UNO SÓLO: SALVARÁS MUCHAS VIDAS.


Emplean la vista para prestar atención visual, y ésta para ver dónde fijamos nosotros la atención. En algunos sentidos es algo similar a lo que ocurre con las personas, pero en otros excede la capacidad humana.






Algunas personas invidentes o sordas tienen perros que ven u oyen el mundo por ellas. A algunas personas discapacitadas, el perro les puede facilitar el movimiento en un mundo por el que no pueden ir solas. Del mismo modo que estos perros pueden actuar de ojos, oídos y pies, otros saben ejercer de intérpretes de la conducta humana en el caso de personas con autismo. Quienes padecen cualquier variedad del espectro del autismo comparten la incapacidad de comprender las expresiones, los sentimientos y las expectativas de los demás.






Como explica el neurólogo Oliver Sacks, para la persona autista que se vale de un perro, se diría que éste es intérprete del comportamiento humano. La persona autista no sabe interpretar el ceño de preocupación, ni el tono ascendente de la voz que indica miedo o inquietud; en cambio, el perro es sensible al estado anímico que los genera.






Los perros son nuestros antropólogos. Estudiantes de la conducta, nos observan como la ciencia de la antropología enseña a quienes la practican cómo deben observar a los seres humanos. De mayores andamos entre otros humanos en gran medida sin examinarlos detenidamente, formados socialmente como estamos para ocuparnos de lo nuestro. Incluso con quienes mejor conocemos dejamos de atender a los pequeños cambios de sus expresiones, su estado de ánimo o su aspecto. 






El psicólogo suizo jean Piaget señalaba que de niños somos como pequeños científicos, nos formamos nuestras propias teorías sobre el mundo y las verificamos al actuar. Si así es, somos unos científicos que afinamos nuestras habilidades únicamente para después olvidarnos de ellas. Maduramos al descubrir cómo se comportan las personas, pero acabamos por prestar menos atención a cómo se comportan los demás en cada momento. Abandonamos la costumbre de observar.






El niño curioso se queda mirando fascinado a ese desconocido que va renqueando por la calle: ya le enseñarán que mirar así es de mala educación. El niño se puede quedar embelesado al ver caer las hojas al suelo; de mayor, esto le pasará desapercibido. El niño se extraña cuando lloramos, vigila nuestras sonrisas, mira a donde nosotros miramos; con la edad, podríamos hacerlo igualmente, pero vamos perdiendo la costumbre.





Los perros no dejan de mirar:  la hojarasca que se levanta en la acera, nuestras caras. Es posible que el perro urbano no sepa ver lo natural y obvio, pero se fija muchísimo en lo extraño: en el borracho que va haciendo eses entre la gente, en el que habla solo en plena calle, en el cojo y en el indigente. A todos se les queda mirando el perro cuando pasa junto a ellos.





El ANTES y el DESPUÉS, de un perro que fue abandonado por unos miserables y que ahora ha sido adoptado por estas maravillosas personas.



Lo que hace de los perros unos buenos antropólogos es su perfecta sintonía con los humanos: distinguen lo habitual de lo diferente. En resumen, el perro sabe perfectamente qué estado de ánimo tenemos y se anticipa a nuestros actos. Está pendiente de nosotros en todo momento ¿Por qué no le miras alguna vez?









FUENTE: "En la mente de un perro" (Lo que los perros ven, huelen y saben)

AUTORA: Alexandra Horowitz es profesora de psicología en el Barnard College de la Universidad de Columbia. Es doctora en Ciencia Cognitiva por la Universidad de California en San Diego. Ha estudiado la cognición en humano, rinocerontes, bonobos y perros. Antes de iniciar su carrera científica trabajó como lexicógrafa del Merriam-Webster y como periodista de The New Yorker. Vive en Nueva York con su marido y su perro.

EDITA: RBA Libros, S.A., Barcelona.

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