CÓMO FUNCIONAN LAS LLAMADAS INFRASÓNICAS
Los peatones pueden oír la vibración de los tonos graves que proceden del superamplificador estéreo de un coche mientras ignoran tranquilamente los tonos agudos. Podemos oír el estruendo de un trueno distante, pero no podemos oír el chasquido de un rayo a menos que caiga en las proximidades. Podemos oír los tonos graves de todos esos sonidos, pero no los agudos porque el poderoso sonido de baja frecuencia recorre fácilmente largas distancias.
No obstante, los tonos graves que puede oír el oído humano se interrumpen a los 20 Hz aproximadamente. Por debajo de esta cifra, tan sólo podemos sentir el sonido que esté muy próximo a nosotros, ya que vibra en nuestros pechos. Sin embargo, elefantes, ballenas, hipopótamos, okapis y rinocerontes, aparentemente son capaces de oír y producir sonidos bastante bien por debajo de nuestro nivel de percepción. Y no son únicamente los grandes animales los que oyen los infrasonidos. La paloma, la gallina de Guinea, el bacalao, la sepia, el pulpo, el calamar y el urogallo, todos pueden oír los infrasonidos.
El sonido, tal y como lo oyen los vertebrados, consiste en ondas de presiones de aire relativamente altas o bajas. Cuando esas ondas alcanzan el tímpano, lo empujan hacia dentro y hacia fuera, activando una vibración que se transmite desde los huesos del oído medio hasta la cóclea, donde células especializadas generan impulsos nerviosos.
Nuestros cerebros interpretan estos impulsos como sonidos. Las ondas que nosotros oímos comprenden unos 91,4 cm de cresta a cresta en el nivel superior y disminuyen hasta pequeñísimas fracciones de unos 25,4 mm. Las ondas de los infrasonidos tienen una longitud que va desde decenas de metros hasta kilómetros. Estas ondas de gran longitud viajan a través de los arbustos y árboles relativamente libres de impedimentos, porque la habilidad de un objeto para reflejar una onda sonora depende de la proporción entre la longitud de onda y el tamaño del objeto.
Los objetos pequeños, como las briznas de hierba, hojas y árboles, no tienen ningún efecto en las ondas de infrasonidos muy largas. Pero reflejan y difunden las frecuencias altas fácilmente. Incluso las moléculas del aire absorben una buena cantidad de sonido de alta frecuencia, mientras que dejan los infrasonidos intactos; esto hace que los infrasonidos sean ideales para la comunicación a larga distancia.
El sonido viaja desde su origen en todas direcciones, perdiendo unos seis decibelios cada vez que se duplica la distancia. Si no existe ninguna barrera, el sonido se propaga de forma concéntrica. (Algunas formas pueden modificar el efecto de propagación. Un cuerno conecta la fuente de sonido -los labios de un trompetista o el pequeño emisor en un sistema de megafonía- con el aire. La abertura más grande se convierte entonces en la fuente de sonido, y el sonido se propaga desde allí).
En un estudio de campo de los infrasonidos en África, Langbauer descubrió que ambientes como el suelo desnudo, la hierba alta y los bosques tienen poco efecto o ninguno en sonidos por debajo de 60 Hz, emitidos desde un paquidermo hecho de encargo con dos altavoces y registrados a cuatro distancias diferentes desde 9 metros hasta 114 metros a partir del altavoz. Incluso los altavoces muy grandes no pueden duplicar la fuerza de las llamadas infrasónicas de los elefantes, cuyos valores se aproximan a los del trueno a unos 5 metros del elefante.
Los altavoces utilizados en los experimentos de campo, aunque gigantescos para los estándares del equipo estéreo doméstico, sólo pueden reproducir esos volúmenes a la mitad. Al extrapolar los experimentos de playback, Langbauer estimó que los elefantes pueden oír las llamadas infrasónicas como mínimo a 4 km. de distancia.
FUENTE: "EL LENGUAJE DE LOS ANIMALES"
AUTOR: STEPHEN HART. Prólogo de Frans de Waal, prestigioso etólogo.
© 1996 Robert Ubell Associates, Inc. All right reserved
© de la traducción: 1997 Ediciones Omega, S.A.
© Alianza Editorial, S.A., Madrid, 2013
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