NO PONGAS CARA DE MIEDO
Incluso aunque no huyamos de la escena de un crimen, ni necesitemos que acudan a rescatarnos, no hay razones suficientes para que subestimemos el valor del perro olfateador. No sólo puede identificar el olor de las personas, sino también sus características. El perro SABE si hemos practicado el sexo o si hemos fumado (y si hemos hecho una cosa detrás de la otra), si nos hemos tomado un tentempié, o si hemos corrido un par de kilómetros. Puede parecer algo intrascendente. Salvo, quizás, el tentempié, se diría que todos estos hechos no tienen ningún interés especial para el perro. Sin embargo, éste es capaz también de
OLERNOS LOS SENTIMIENTOS.
A generaciones y generaciones de niños se les ha advertido de que, ante un perro extraño, no deben poner "cara de miedo" {La propia expresión -"perro extraño"- parece destinada a inspirar miedo. Su uso se basa también en una premisa falsa. Los perros familiares se comportan de forma fiable y previsible; los extraños, no. Como hemos visto, por mucho que queramos que los perros se comporten exactamente según nuestros deseos, el simple hecho de ser como son determina que no siempre lo van a hacer}. Es posible que los perros huelan el miedo, como la ansiedad o la tristeza. Y para explicarlo no hay necesidad de pensar en habilidades místicas:
EL MIEDO HUELE. Los investigadores han identificado muchos animales sociales, de las abejas a los ciervos, que pueden detectar las feromonas que despide el animal alarmado y que actúan para ponerse a salvo.
Las feromonas se producen de forma involuntaria e inconsciente, y por distintos medios: las puede emitir la piel herida y también hay unas glándulas especiales que despiden sustancias químicas de alarma. Además, el propio sentimiento de alarma, miedo o cualquier otro tipo de emoción guardan relación con unos cambios fisiológicos, desde los ritmos cardíaco y respiratorio hasta el sudor y los cambios metabólicos. El funcionamiento de los detectores de mentiras (si es que realmente funcionan) se basa en la medición de los cambios en estas respuestas incontrolables del cuerpo; se diría que la nariz de los animales "funciona" también por la misma sensibilidad a esos cambios. Así lo confirman los experimentos con ratas de laboratorio: cuando a una de éstas se le aplica una descarga eléctrica en una determinada jaula [y así aprende a tener miedo a esa jaula], otras ratas de su alrededor advierten el miedo de esa rata [aunque no hayan visto cómo le afectaba la descarga] y también evitan la jaula, que por lo demás no se distingue de las demás.
¿Cómo huele nuestra aprensión o nuestro miedo ese perro extraño cuando se nos acerca? La ansiedad nos hace sudar de forma automática y la transpiración lleva consigo nuestro olor: es la primera pista para el perro. Las personas no olemos la adrenalina que el cuerpo utiliza para prepararse a salir corriendo ante algo que puede ser peligroso, pero sí la percibe el sensible olfateo del perro: otra pista. Hasta el simple acto de incremento del flujo sanguíneo transporta más sustancias químicas a la superfície del cuerpo, donde se pueden propagar a través de la piel.
Desprendemos olores que reflejan esos cambios psicológicos que acompañan al miedo y las feromonas de los seres humanos se manifiestan en los momentos oportunos, de ahí que, cuando nos entra pánico, el perro lo pueda oler. Los perros son hábiles lectores de nuestra forma de comportarnos. A veces podemos ver el miedo en las expresiones faciales de otras personas; también el perro obtiene de nuestra postura y nuestro modo de andar información suficiente en ese sentido.
Por todas esas razones, el criminal que huye perseguido por un perro está doblemente condenado. Se puede adiestrar a los perros para que rastreen no sólo siguiendo el olor de una determinada persona, sino también una clase de olor concreta: el olor más reciente de un vecino del barrio (bueno para dar con el escondite de la persona en cuestión) o el de una persona presa de ansiedad emocional atemorizada (como puede ser el caso de quien huye de la policía), enfadada o irritada.
Después de todo lo dicho ¿No merece que se trate al perro con más respeto?
FUENTE: "EN LA MENTE DE UN PERRO" (Lo que los perros ven, huelen y saben)
AUTORA: Alexandra Horowitz es profesora de psicología en el Barnard College de la Universidad de Columbia. Es doctorada en ciencia Cognitiva por la Universidad de California en San Diego. Ha estudiado la cognición en humanos, rinocerontes, bonobos y perros. Antes de iniciar su carrera científica trabajó como lexicógrafa del Merriam-Webster y como periodista de The New Yorker. Vive en New York con su marido y su perro.
© Alexandra Horowitz, 2009
© de la traducción: Roc Filella Escolà, 2011
© de esta edición: RBA Libros, S.A., 2011, Barcelona
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