domingo, 27 de abril de 2014



UNA NOCHE DE VERANO EN LA PUERTA DE LA CALLE





Mosquitos

Imaginemos un animado acceso a casa, esa del pueblo, en una noche de verano: las bisagras chirrían, los grillos cantan en el campo, el viento susurra dulcemente. Poco a poco empezamos a ser conscientes de una sensación vagamente molesta. Al principio, el agudo zumbido suena justo en nuestra oreja. Este sonido nos produce irritación, como el arañar una pizarra con una uña. Para el mosquito macho, sin embargo, es un hermoso sonido: el zumbido de un  mosquito hembra en busca de una cena de sangre.






Los mosquitos macho escuchan y obedecen la seductora llamada de la hembra, dirigiéndose hacia la fuente de sonido. "De hecho, incluso una persona puede atraer a los machos con un diapasón de la frecuencia apropiada", señala Marc J. Klowden, de la Universidad de Idaho, un especialista en la conducta de los mosquitos. Como el sonido proviene de los movimientos del ala de la hembra [los mosquitos no pueden variar la frecuencia del batido de sus alas], su tono se eleva al aumentar la temperatura del aire. 






Los machos no detectan el sonido con los oídos sino mediante sus antenas, que únicamente vibran en resonancia con la frecuencia particular emitida por la hembra. Señala Klowden:


La antena del macho está construida como un minúsculo árbol aposentado sobre una diminuta palanca de mando; las ramas captan las vibraciones y hacen que la palanca subyacente se mueva. El movimiento de la "palanca", llamada órgano de Johnston, es traducido en impulsos nerviosos por los receptores sensoriales.






El impulso envía una señal al cerebro del mosquito macho, el cual interpreta dicha sensación como si fuera un sonido.


Por fortuna para los mosquitos, el nivel de resonancia de las antenas del macho varía al unísono con la temperatura, por lo que se mantienen sintonizadas al tono de la hembra de su especie.






Al establecerse una relación mecánica entre la señal de la hembra y la respuesta del macho, esta comunicación sexual consigue su propósito de una forma admirable, produciendo una gran cantidad de mosquitos, muchos más de los que nos gustaría a nosotros.





Fósil de mosquito repleto de sangre, de hace 46 millones de años.






FUENTE: "El lenguaje de los animales". Prólogo de Frans de Waal, insigne etólogo y primatólogo.

AUTOR: Stephen Hart, biólogo.

© 1996 Robert Ubell Associates, Inc. All right reserved
© de la traducción: 1997 Ediciones Omega, S.A.
© Alianza Editorial, S.A., Madrid, 2013







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